Diario de León

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El pasado 24/25 de octubre, los medios de comunicación nacionales dieron como noticia un hecho acaecido en nuestra autonomía: el interventor del tren Alvia (Barcelona-Vigo) apeó en Palencia a un grupo de escolares y a sus dos educadores con destino a León, debido al pésimo comportamiento en el medio de transporte. ¿Por qué este hecho tuvo repercusión mediática? Digámoslo sin tapujos en castellano (si me apuran lo digo en catalán): porque el grupo de maleducados era de Cataluña, una región española que está demostrando tener la piel muy sensible para ciertas actuaciones y piel de camello desértico para otras.

Si esos llamados educadores y sus niños hubieran procedido de… Extremadura, Andalucía o de Magaz de Arriba, por decir un nombre de aquí, no hubieran merecido ni una línea, a lo máximo un toque de atención a las autoridades educativas o al colegio de procedencia por el comportamiento incívico de los menores y la desidia irresponsable de los dos educadores acompañantes. ¡Ah!, pero eran niños de La Llacuna (Barcelona) y parece que esos niños pueden hacer lo que les venga en gana, faltando al respeto y a la educación debida, si viajan fuera de su región. Al menos eso dieron a entender la directora del citado colegio público, la TV3, algunos padres de los menores y el responsable de Adif-Renfe, con el apoyo de la ministra de Transportes, poniendo en el punto de mira, con apertura de expediente, al señor interventor que se hizo cargo del tren en Miranda de Ebro desalojando a los incívicos, y no al permisivo que inició el viaje en Barcelona-Sants.

Yo no he visto ninguna crítica al programa de TV3 donde, sin decoro y elemental respeto, se han reído y se han ciscado en la bandera nacional y en cuantos nos sentimos españoles.

Con esos modos y maneras tan groseros, manifestados una y otra vez en una televisión pública catalana, sin la oportuna réplica, protesta o castigo ejemplar, ¿qué comportamiento se puede esperar de un grupo de niños-preadolescentes, acostumbrados a ver en su televisión cómo se desprecia al resto de ciudadanos de España y a los propios catalanes que no son separatistas?

¡Desmadre sin freno! Convirtieron los dos vagones (5 y 6) en un estercolero. Embozaron los wc con todo el papel higiénico que cayó en sus manos; no usaron las preceptivas mascarillas; derramaron por los pasillos todo el líquido desinfectante de manos y patinaron sin control sobre dicho líquido, con asombro y disgusto del resto del pasaje, que asistía impotente ante la pasividad y ausencia de los dos llamados «educadores responsables», centrados en sus móviles y sin hacer el menor caso a las advertencias del interventor. «¡Son nens, collons, qu’es desfogin!». ¿De verdad es esta la educación permisiva que les dan en nuestra Cataluña a los menores? ¡No! Seguro que no. ¿Permitirían las autoridades locales y nacionales que la senyera (bandera de catalana) fuera ultrajada y groseramente se ciscaran en ella en público unos zafios apesebrados? ¡No!

El interventor que inició el viaje en Barcelona-Sants cambió en Miranda de Ebro y pasó el molesto testigo a su compañero D. Alfonso Narbona que, al hacerse cargo del tren tuvo conocimiento de lo que venía sucediendo, pero a lo que el anterior no había puesto freno. Una vez reiniciada la marcha con destino a Galicia, el desmadre hasta Burgos se incrementó ante la absoluta pasividad de los responsables de los menores, que no atendieron a los requerimientos del nuevo interventor responsable de la seguridad de pasajeros y del tren-Alvia. Visto el cariz del asunto y las nuevas quejas de los viajeros hartos de tanta insolencia, el funcionario Sr. Narbona, responsable del pasaje, en contacto con sus superiores, preparó el desembarco de la tropa anárquica y de sus dos irresponsables tutores. El funcionario encargado del tren cumplió con su obligación (no así su colega que había iniciado el viaje en Barcelona y le dejó el «marrón» a su colega, para no mancharse las manos). Este tipo de conducta funcionarial la conozco muy bien, porque yo también he sido educador y funcionario de la Administración. Sé del comportamiento de menores sin freno y de la desidia de algunos malos funcionarios. Sí, sí, hay funcionarios que cobran y no funcionan como deberían; éstos viven cómodamente a la sombra y a costa de compañeros o compañeras que suplen sus irresponsabilidades en silencio.

Toda institución, y más si es pública, está gobernada y dirigida temporalmente por personas que malamente saben de la realidad de cada día, (ellos están en los despachos), pero la Institución se mantiene y rueda porque cuenta con funcionarios ejemplares, con espaldas graníticas, capaces de aguantar y suplir a tanto «mariachi, gorrón y vago» que sestea en la Administración, trasmitiendo la imagen negativa, que tantas veces se tiene del Servicio Público. Tras leer en  El País  el reportaje de Barnat Coll y en el Diario de León sobre el sobreseimiento del expediente abierto contra el interventor del Alvia, Sr. Narbona, quiero dejar muy claro en mi alegato que el colectivo funcionarial en nuestro país, en su gran mayoría son excelentes trabajadores, bien preparados y con capacidad de servicio y atención al público dignas de todo elogio y respeto, como ha sido y sigue siendo la acción de D. Alfonso Narbona, al que sus superiores abrieron un expediente tras haber cumplido exquisitamente con su deber, causándole un sufrimiento y una preocupación que hoy deberían pagarle pidiéndole disculpas y premiando su correctísimo comportamiento. Eso espero del señor director de Adif-Renfe y de la ministra de Transportes, que en principio dudaron de él y apoyaron a los que no tenían razón, pero… como se trataba de un colectivo catalán, sus amigos de partida, la presa fácil cargó con la cruz y con los clavos. ¡Injusto!

Y quiero acabar recordando que Cataluña es una parte importante y muy querida de España, por lo que mi crítica sólo es hacia los catalanes separatista y secesionistas, con todos los palmeros del gobierno que interesadamente les dan lo que no se merecen, privando a la mayoría silenciosa que sufre y calla. A todos los bien nacidos y educados que en silencio siguen amando a la patria común les recuerdo nuestro apoyo incondicional y el afecto sincero, pues sé muy bien que malnacidos y maleducados también hay en otras partes de esta Casa Grande que es España; esos tales no nos representan, porque nos hacen sufrir al resto que les damos de comer con nuestro esfuerzo, aunque no se merecen ni comida ni sueldo.

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