Diario de León

Todo empezó en Castilla y León

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ANuñez Feijóo Alberto no se salieron las cosas tal como tenía previsto y diseñado. Analizando la amarga victoria llegó la hora de buscar las causas del fracaso y quienes aparecen como culpables del mismo. Y resulta que aparece como primer responsable, de que los resultados no fueran los que se cantaban, el presidente de CyL, Fernández Mañueco Alfonso.

Mañueco, como todos los que presiden una autonomía, cuanta con un número muy importante, se puede decir que exagerado, de asesores, estrategas, sociólogos, politólogos y expertos en un sinfín de menesteres, además, en su partido hay órganos de dirección locales, autonómicos y nacionales, todo este conglomerado de estamentos tienen la misión de orientar al líder en la toma de decisiones. Pues entre todos no fueron capaces de advertir al jefe que la convocatoria de elecciones adelantadas en febrero del 22 era un error, cuyas consecuencias se están viendo ahora con claridad.

Pretendía el responsable del PP emular a sus colegas de Madrid y Andalucía pero no fue capaz de ello. En Madrid, la indómita Ayuso quiso deshacerse de sus socios de gobierno, sabedora de que a ella Vox no le arredraba, y arrasó en las elecciones. Le siguió el paso Moreno Bonilla Juanma, éste con un tono diametralmente distinto a la madrileña, también alcanzó su mayoría absoluta. Mañueco gobernaba la comunidad en coalición con Ciudadanos, y el mandato transcurría con aparente calma, pero aspiraba a gobernar en solitario y convocó elecciones. Y ocurrió lo que no estaba previsto. En efecto se deshicieron de Ciudadanos, pero los números les obligaron a busca de otra pareja de baile, y esa pareja era la auténtica extrema derecha. Era la primera vez que tal cosa ocurría. Creyeron Mañueco y su cortejo que permitir que su vicepresidente exhibiera su palmito no tendría mayor importancia, aunque sí que la tenía. El PP había entrado en una situación complicada.

Por aquel tiempo Casado no concitaba ni simpatía ni unanimidad en las filas del PP. Se buscó a un barón consolidado, y este no era otro que el presidente de la Xunta. Era una apuesta ganadora. Se lanzaron con todo el optimismo a las elecciones autonómicas. En las filas de los populares reinaba el optimismo. Llegado el escrutinio los números les era favorables pero tenían algo de engañoso. Habían engullido a Ciudadanos, que era uno de los objetivos, pero a cambio ahora el socio obligado era Vox.

Vox tiene sus afectos y sus votantes, pero una mayoría no admite sus postulados, y entre esa mayoría hay muchos que son votantes asiduos del PP. Vox es un partido machista, xenófobo, contrario al régimen autonómico, que niega el cambio climático y que proclama el odio a la gente extranjera, y además de todo eso son vulgares. Vulgares e ineptos que desafían a una mínima inteligencia. Serán capaces de prohibir La Celestina , por ser un texto erótico o a apartar los libros de Saramago, por ser comunista.

Feijóo aspiraba, como todos, a una mayoría absoluta, sus flirteos con Vox le han llevado a que ni con ellos sea capaz de gobernar. Eso es un fracaso para el líder y para el partido. Y lo más grave es hallar el camino correcto y pude que necesiten de cuatro años para encontrarlo. Alejarse o aproximarse a Vox, esa es la cuestión.

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