Diario de León

‘Primum vivere, deinde philosophari’

León

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Primero vivir, después filosofar. Enunciado contundente. No dudo de la sagacidad y la sabiduría de Aristóteles a quien se le atribuye esta frase. Lo difícil es definir cuándo acaba el vivir y cuándo después, por tanto, pueda comenzar la filosofía. De todas las maneras, queda claro en el aserto que vivir es primero, primordial, y filosofar es secundario. Tengo la impresión de estar asistiendo en este momento histórico a un fenómeno que nos impide filosofar por estar centrados y concentrados exclusivamente en el vivir. Algunos dirán que eso ocurre por culpa de un sistema capitalista neoliberal y egoísta a tope. Otros aducirán que gracias, precisamente, a ese sistema se vive mejor en general (bueno, más en particular que en general, pero dejémoslo estar). Además, responderán a sus críticos que están obsesionados, curiosamente, con mejorar su calidad de vida sin que tengan las herramientas necesarias para conseguirlo y tengan que apoyarse, mayormente, en aquello que, en teoría, rechazan. Al final, si se dan cuenta, se ponen a filosofar sobre el vivir… Y es que la filosofía pretende dar sentido al vivir (en abstracto), no a la vida (en concreto).

Leo en Google que «la famosa frase en cuestión (la que encabeza este artículo) nos enseña que quien, por las circunstancias que sea, está pasándolo mal no le interesa el conocimiento de la realidad, la búsqueda de la verdad o el comprender los intereses ajenos». Se pondría de manifiesto la llamada necesidad egoísta y el pensamiento más concreto e incluso contrario a la búsqueda de la verdad. Cabe, sin embargo, esperar que, si «de la panza sale la danza», según el refranero, podríamos deducir, por tanto, que de la buena vida saldría la filosofía. Me da que, de momento, todo hace pensar que no hemos conseguido lograr la buena vida, que se nos escurre entre las manos, sin alcanzar nunca el objetivo. Y es que, como decía la canción, «todos queremos más; el que tiene veinte quiere los cuarenta y el de los cincuenta quiere tener cien…» y así no hay manera de pararse a pensar en otra cosa. Me temo que mientras unos están tratando de llegar a fin de mes, otros obsesionados con no perder poder adquisitivo, y los de más allá (siguiendo la distribución de la curva o campana de Gauss), durmiendo en la calle o dándose el banquetazo, no hay manera de hincarle el diente al asunto filosófico. Como para buscar la verdad estamos. Puede parecer incluso paradójico, pero da la impresión que cuanto mejor se vive menos se filosofa.

Aquí se abren dos posibilidades, una la de quienes consideran que no hay más verdad que la búsqueda del placer natural (del alma y del cuerpo). Sería un hedonismo que nos liberaría de la esclavitud de nuestros miedos, y que puede resumirse así: A disfrutar de la vida sin parase a pensar en otra cosa, ya que no hay más cera de la que arde, no le deis más vueltas. Si Epicuro consideraba tres placeres naturales y necesarios: comer, beber y abrigarse del frío. Hoy en día, satisfechos los tres, hay que añadir a ellos el sexo y el iPhone más avanzado…

La otra posibilidad, siempre presente, es la que, al no poder el hombre renunciar o negar la curiosidad que supera su vida «vegetativa» concreta (de la cual la ciencia en general y la genética en particular nos van abriendo horizontes y proporcionándonos más elementos de la verdad), busca encontrar un sentido metafísico al vivir, es decir más allá de lo físico. Y aquí hay teorías, planteamientos, opiniones, ocurrencias, creencias, apoyadas y sin apoyar por la razón, etc., etc. para dar y tomar y de nunca acabar. Lo mismo ocurre respecto a la política, aunque ésta es más ramplona y muchas veces acaba convirtiéndose en una degradación o perversión del pensamiento humano.

Si hay un tema de plena actualidad es el referente a la «filosofía política» de nuestro Gobierno. Sabido es que la filosofía política es una rama de la filosofía, significando ésta, etimológicamente, el amor a la sabiduría y, por ende, a la verdad. Analicen o al menos echen un vistazo a aspectos íntimamente relacionados con dicha filosofía, tales como las leyes, la autoridad, la libertad, el gobierno, el derecho y, ya no digamos, la ética y la estética. ¿Cómo se les queda el cuerpo? ¿Creen que el Gobierno actual busca el bienestar de los ciudadanos, la igualdad de los mismos, el respeto a la ley (a la que manipula y prostituye), el respeto a la separación de poderes y su independencia, etc., etc.? Tal como se van desarrollando las cosas me parece a mí que estamos ante un estilo de perversión de la auténtica o de la deseada filosofía política, sobre todo en su vertiente ética.

Dejando a un lado este asunto concreto tan deprimente, estamos asistiendo últimamente a una incapacidad o, mejor dicho, a un rechazo pasivo, e incluso activo, hacia la filosofía, al «filosofare». Se arrincona la propia asignatura de Filosofía en los planes de estudios, se la tacha de pérdida de tiempo, de inutilidad práctica. Se la considera, en fin, casi como un divertimento del pasado, de la historia del pensamiento de la humanidad en etapas anteriores al desarrollo de la ciencia que es la que, supuestamente, dará todas las respuestas a nuestras dudas y problemas. Lo mismo está ocurriendo con la religión o con las creencias básicas y ancladas antes en nuestro inconsciente, tanto en el individual como en el colectivo. ¿Estaremos asistiendo al fin de una civilización, incluso a la negación de la bondad de la misma? Mucho me temo que sí. Solo el arte se salvaría del tsunami «cultural» que se avecina. Claro que el arte, y en ello reside su grandeza, no deja de ser más que una forma sublime de la filosofía.

Bueno, tampoco excluyo el revolcón y vuelta a empezar…porque, acaso llegue a ser más importante para el hombre, primero el «philosophari» y luego el «vivere» o, cuando menos, el vivir filosofando…Todo es posible en un futuro que está llamando a la puerta y que a decir verdad no es nada previsible, ya que puede pasar de todo, desde acabar autodestruyéndose a alcanzar la inmortalidad. Tampoco quiero pasarme «filosofando», ni acabar adentrándome en el mundo de la locura, de la cual siempre ha dado numerosas muestras el ser humano. Dejaré, si eso, como se dice por aquí, este asunto para otra ocasión.

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