Postureo, solo postureo

E l mundo en que vivimos ya no es el homocéntrico de Leonardo Da Vinci: el que ponía al sapiens, en general, como centro de todo; el mundo  de internet es egocéntrico: cada uno es el centro. Los cachorros de este espacio-tiempo sin parangón exhiben sin disimulo sus fotos o vídeos de cocina en Instagram o Tik Tok o cualquier otro lavadero digital y pregonan al mundo las excelencias de su osamenta, su indumento, su vehículo, su chabolo, su costilla, su pelotazo. Aquí véis: el prota, al artífice, al héroe: yo mismo, el joker custodio de los cuatro ases: oros, copas espadas y bastos.

Yo, el más musculado; yo, el más apuesto; yo, el más espabilao; yo, el más feliz. Reclinad la testa ante el becerro en su pedestal de bronce, pulsad el like y entonad el amén, el hare krishna, el salam alaikum, Ahí os van mis hazañas: yo, juglar de mi mismo,  arquitecto de mi propia peana, ingeniero de mi propio pedestal. Yo, correteando por el prado con la familia; yo,  aporreando el parche con los colegas; yo levantando la jarra  en festejo;

En este reino del postureo lo que importa es la imagen, el icono, la figura, o sea, la postura.

La calidad del proceso no importa, solo lo verosímil de la contorsión.  Cada cual se acaba conformando con su minúscula parroquia de sectarios, colegas, familiares compadres... Pero esfuerzo, dedicación, esmero sacrificio afinación, ejercicio no, que cansa, como decía Torrente en su  magistral Marbella .   Sólo la instantánea, la foto.