Diario de León

TRIBUNA

gaspar méndez ECONOMISTA, PROFESOR DE GEOGRAFÍA E HISTORIA

Irán, un jugador geoestratégico activo

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Z bigniew Brzezinski, en su ya clásico El gran tablero mundial (1997 ), define como «jugadores geoestratégicos activos» a aquellos Estados con capacidad y voluntad nacional de ejercer poder e influencia más allá de sus fronteras para alterar el estado actual de las cuestiones geopolíticas»; mientras que los «pivotes geopolíticos» son los Estados cuya importancia deriva, no de su poder, sino de su situación geográfica».

Al principio del libro considera a Irán como un pivote geopolítico con capacidad de volverse jugador geoestratégico para, más adelante, pasar a asignarle ya ese rol.

También advierte de la necesidad de que los Estados Unidos mejoren sus relaciones con Irán pues, en caso contrario, podría aliarse con sus competidores. El escenario potencialmente más peligroso, advierte, sería «el de una gran coalición entre China, Rusia y quizás Irán, una gran coalición antihegemónica». Esta posibilidad es conocida hoy en día como «la pesadilla de Brzezinski».

Ni que decir tiene que, como con casi todo lo que predice en el libro, acertó de pleno con Irán y la pesadilla se está volviendo realidad.

Con Irán, las sanciones a las que lleva sometido durante tantos años actuaron, del mismo modo que está pasando con Rusia, como un proteccionismo comercial encubierto que favoreció su desarrollo industrial y tecnológico. Las televisiones nos muestran el Irán de los ayatolás, pero no el país desarrollado que es, hasta el punto de superar, no sólo a su principal competidor, Arabia Saudí, sino también a todos los países árabes en conjunto.

Desde el punto de vista militar, es la mayor potencia mundial en milicias proxy. Desde hace años viene financiando milicias chiitas en otros países, integradas dentro del Eje de la Resistencia, como Hezbolá o los hutíes de Ansarolá. Dentro de su poderoso ejército sobresale el cuerpo de los Pasdarán o Guardianes de la Revolución. Sus servicios secretos disfrutan de fama de eficientes y también destaca como una potencia en la fabricación de drones de alta precisión, como los Geran-2, utilizados con profusión por Rusia en la guerra de Ucrania. Acaso lo único que no acaba de despegar es su programa nuclear, aunque siempre nos puede sorprender.

Entre las debilidades de Irán, Brzezinski destaca lo que él denomina el «caldero étnico», ya que engloba importantes minorías, como la azerbaiyana, que representa un veinticuatro por ciento de la población, los kurdos, con un nueve por ciento, y otras minorías, entre las que figuran un dos por ciento de baluches, muchos de los cuales pretenden formar un Estado propio junto con sus hermanos de Pakistán y Afganistán.

Los Estados Unidos, exceptuando el período de aproximación durante la presidencia de Obama, no hicieron mucho por limar asperezas con Irán. Es más, el fracaso de los objetivos de la invasión de Irak, acabaron por acercar a este país árabe a la órbita iraní.

Las revueltas de la segunda mitad de 2022, provocadas por la muerte de una joven kurda, Masha Amini, llevaban el sello de las revoluciones de color orquestadas por los tentáculos de las fundaciones de Soros, pero no fructificó y el país recuperó la calma. Los sucesivos fracasos de revoluciones de este tipo en Bielorrusia, Kazajstán, Georgia, o más recientemente en Serbia, parecen indicar que los gobiernos que no orbitan en torno a Washington están aprendiendo a defenderse de ellas.

Irán fue, y continúa siendo, un importante actor en la guerra de Siria pagando, entre otros, el precio de la muerte en atentado con drones estadounidenses, en 2020, del general de la Fuerza Quds, Qasem Soleimani.

Precisamente, el pasado tres de enero, durante la conmemoración del cuarto aniversario del fallecimiento de Soleimani, en el cementerio de Kermán, tuvo lugar el atentado con bomba más mortal desde que existe la República Islámica.

Los recientes ataques iraníes, con misiles, sobre un centro espionaje israelita en el Kurdistán iraquí, sobre posiciones de los herederos de Al Qaeda en la provincia siria de Idilb, y sobre un campamento de rebeldes baluchis en Pakistán, parecen ser la respuesta a este atentado.

Según el profesor Baba Ahmed Mulay, con estos ataques Irán pretendía advertir, entre otras, de las siguientes cosas: que Tel Aviv está a la misma distancia que Idilb, que la velocidad de los misiles puede contrarrestar a las baterías antiaéreas, y que todas las bases americanas en Oriente Medio están a su alcance. También comenta la preocupación norteamericana por el hecho de que los misiles iraníes se lancen desde plataformas móviles, lo que dificulta su localización y destrucción.

El bombardeo de posiciones de los rebeldes baluchis en territorio pakistaní admite diferentes interpretaciones, sobre todo si se tiene en cuenta que Pakistán es una potencia nuclear y que, en represalia, también bombardeó las posiciones de sus propios rebeldes baluchis en territorio iraní.

Después del rápido arreglo entre Irán y Pakistán, con mediación china, fuentes serbias y rusas van más allá y apuntan a un acuerdo previo entre Irán y Pakistán para castigar a sus respectivos rebeldes baluchis, que operan desde el otro país, sin tener que bombardear territorio propio.

Muchos autores interpretan la postura iraní como fruto de una vocación imperial, heredera de los antiguos imperios Aqueménida o Sasánida, pero pienso que iba más encaminado Henry Kissinger al considerar a Irán más «una causa», que un Estado westfaliano propiamente dicho. Así, una causa no está constreñida por fronteras.

Esta interpretación coincide en el fondo con la de Nassim Nicholas Taleb, que es libanés y cristiano. Para él, toda actuación de Irán está guiada por el chiismo que profesa; corriente minoritaria del islam que tiene su mito fundacional en el martirio de Hussein en Kerbala, lo que la convierte en una religión de mártires y de defensores de los oprimidos. Así se explicaría su apoyo a los «herejes suníes» de Hamás, del mismo modo que Hezbolá fue el gran defensor de los cristianos sirios durante la guerra contra el Estado Islámico.

Las televisiones nos muestran el Irán de los Ayatolás, pero no el país desarrollado que es, hasta el punto de superar, no sólo a su principal competidor, Arabia Saudí, sino también a todos los países árabes en conjunto.
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