Diario de León

TRIBUNA

Garabandal reactualizado

Se suceden las peregrinaciones al pie de la montaña para ver la calleja entre casas de piedray el pinar donde la Virgen se apareció y se siente

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LUIS ARTIGUE
León

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Como hoy lo es Medjugorje, Garabandal en los años 60 fue un terremoto: uno contra los lugares cómodos, contra los tabiques inmóviles, contra lo establecido e insípido; uno que avivó la modorra espiritual.

Como hoy Medjugorje, Garabandal entonces situó de pronto a la iglesia, al clero, al pueblo y hasta a las propias niñas videntes en el filo que une y separa la fe y la duda.De hecho me gusta una definición de la fe que, en su libro El camino pascual, da el entonces cardenal Joseph Ratzinger –un teólogo finísimo a la hora de conciliar la sagrada escritura y la sagrada tradición: «tener fe es no dejar nunca de batirse contra las dudas». Y ciertamente el terremoto Garabandal entonces sacudió de tal modo a la iglesia de su tiempo que la hizo dudar, y negar, y encogerse de hombros, y sentarse a cavilar y a orar buscando una respuesta ecuánime, la cual habría de quedar suspendida en el vértice del tiempo… En efecto ha pasado el tiempo largo y lento como un blues, y hoy Garabandal no es nada del todo, y eso nos lo enseña todo.Uno sube a la montaña cántabra como quien baja de sí mismo para recocer humildemente que es humano, y, por mucho que ascienda, hay algo por encima que a lo humano lo supera. Uno es una nave al pairo, pero encuentra asidero en ciertos enclaves en los que la solemnidad trascendente lo envuelve y reconecta; ciertos enclaves en los que, como le ocurrió a Simone Weil en Asís, algo superior a uno lo impele a arrodillarse. ¡Por ejemplo Garabandal! Para mucha gente desde hace mucho tiempo (basta leer el libro de testimonios de Robert François La realidad de Garabandal), y para mucha gente aún hoy (léase la novela del, a mi juicio, mejor novelista católico de nuestro tiempo, Enrique Álvarez, titulada Garabandal, la risa de la Virgen) conocer, vivir, y experimentar Garabandal no es solo una esperanza, sino algo más. Es una dádiva. Una plegaria mundial atendida. Es como tener en la mano por adelantado una llave del cielo. Aroma a rosas empapadas en mariología popular. Es un cheque de luz trascendente, o, mejor dicho, es como actualizar el estado de la fe personal gracias a la Señora de la Luz.Como bien nos enseña el padre Eusebio García de Pesquera en su libro Se fue con prisas a la montaña: Los hechos de Garabandal (1961-1965), San Sebastián de Garabandal hoy es algo más que una montaña espiritual recóndita, irreconocida y milagrosa con una recoleta iglesia y un pinar al pie del miravalle (una donde, en los años 60, para cuatro niñas sencillas hubo un trueno, y una luz circunvalada e intensa, y la visión de un ángel que les anunció que, al día siguiente, se les aparecería la Virgen María como en el Monte Carmelo). Sí, es algo más que el lugar donde una multitud, al día siguiente, esperó esa aparición (entre esa multitud se encontraban sacerdotes como el jesuita Luis Andreu, un joven teólogo de alma selecta que hasta expiró en Garabandal). Y desde luego es algo más que esa multitud que vio a las niñas sintiendo una llamada interior. Y cayendo de rodillas en éxtasis sobre las piedras con el alma en suspensión y los semblantes transfigurados de belleza súbita, o mirando al cielo y comulgando invisiblemente, o sumiéndose en éxtasis ambulatorios (por aquel tiempo médicos examinaron a las niñas durante alguno de los éxtasis, y las encontraron extraordinariamente rígidas, frías, insensibles al dolor y con una súbita e inexplicable pérdida de peso)…La fe popular cree que de verdad la Virgen María –madre universal y gran epítome siempre de la seducción de la humildad; como dice la mística católica suiza Adrienne Von Speyr en María en la Redención «igual que una gavilla se concentra en su centro y se expande en sus extremos, así la Virgen María se resume y proyecta en la humildad de su sí»- se apareció a cuatro niñas en una aldea en verdad muy humilde. Pero no hay duda de que desde entonces, a pesar de que hay quien diría que mediante la negación jerárquica o su silencioso cruzarse de hombros se ha tratado desde dentro de silenciar esa voz y apagar esa llama (un poco como desde dentro se trató en su día de apagar la voz y la llama de San Juan de la Cruz, por ejemplo), no ha dejado Garabandal de dar frutos sacramentales, peregrinaciones, conversiones, revelaciones, transformaciones existenciales y milagros consignados.De hecho han pasado los años y el Padre Pio, Teresa de Calcuta, Marthe Robin, Madre Esperanza y tantas otras almas selectas han ido viendo en Garabandal la mariana seducción de la humildad (léase a tal efecto la tesis doctoral repleta de rigor y de testimonios de fe de José Luis Saavedra). Sí, han pasado los años como unos puntos suspensivos, y la iglesia aún sigue sin confirmar Garabandal (ha afirmado al respecto el Cardenal Víctor Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que las apariciones de San Sebastián de Garabandal eclesialmente siguen calificadas como «non constat» –es decir, que no hay a día de hoy elementos como para llegar a la conclusión de si son o no apariciones marianas-), y por eso aún «no está permitido nada que tenga una relación entre los mensajes y las apariciones, pero puede haber un culto privado».Sin embargo las peregrinaciones al pie de la montaña para ver la calleja entre casas de piedra y el pinar donde la Virgen se apareció y se siente; las peregrinaciones para orar en la pequeña gran iglesia de San Sebastián de Garabandal; se suceden sin cesar, al tiempo que prosiguen los testimonios de conversión, y los documentales, libros, conferencias, congresos y expresiones espontáneas de la fe popular. Garabandal es una maravillosa y necesaria prueba de resistencia contra la lógica del mundo, y hasta contra la lógica teológica.No hay pues aún confirmación oficial, pero no faltan evidencias (sigue habiendo informes de todo el mundo sobre curaciones mediante los objetos besados por la Virgen de Garabandal) que hacen pensar que Garabandal, como Fátima, Lourdes o Guadalupe, es un faro, un regalo de Cristo a través de la Madre, un santuario al aire libre en el que la Madre de Dios y madre nuestra derrama su gracia a quienes llegan con el alma de par en par y con espíritu de humildad pidiendo luz y guía. Lo dijo el Papa Pablo VI: «la de Garabandal es la historia más bonita después de la venida del hijo de Dios a la tierra». Lo dijo también Monseñor Carlos Osoro: «he conocido conversiones auténticas en Garabandal»… Sin embargo, pareciera que hoy Garabandal hubiera quedado atrás, pero no. Garabandal hoy es Medjugorje. O es la madre de Dios y madre nuestra abriendo los brazos donde menos se la espera para que lata la tierra espiritual que pisamos, así, como late en cada maremoto el corazón del mar.La iglesia en rueda de prensa acaba de decir que aún no sabe si las apariciones de la Virgen en Medjugore son canónicas y sagradamente aceptables. Pero que no puede negar las peregrinaciones, la devoción, la oración emocionante en comunión, las conversiones a Jesús de la mano de María, reactualizaciones de fe, sinergias pastorales y prodigios que en ese lugar se están produciendo, y las cuales están llevando allí a peregrinos de los que, al llegar, sienten en su corazón que pisan suelo santo.Y los devotos de la Virgen del Carmen de Garabandal, que somos expertos avezados en la espera y la esperanza sin perder el sentido de urgencia pero sin la ansiedad de los tiempos humanos, atendiendo con oídos bien abiertos a esa rueda de prensa eclesial, hemos escuchado Medjugorje, pero hemos entendido Garabandal… Porque es lo mismo: porque es la Madre ofreciendo amorosamente una sonrisa y un adelanto de prodigio, de mensaje penitencial y moral, de aviso, y de fuerza que nos equilibre a todos para no caernos justo cuando todo se tambalea porque sacude el mundo un terremoto. ¡Precioso terremoto el de Garabandal! ¡Ave María Purísima!

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