Cascos y velos

PUESTO que la cara es el espejo del alma y mostrarla ante el fotógrafo un requisito imprescindible para obtener el carnet de conducir, la juez Janet Thorpe ha ordenado a su compatriota Sultaana Freeman que debe quitarse el velo para hacer el retrato que ilustre su permiso de tráfico. A pesar de ser una estadounidense de pura cepa, vecina del estado de Florida por más señas, la tal Sultaana es una enrollada del islamismo desde el año 1997 y, según afirmó ante el tribunal, sus creencias religiosas le impiden enseñar públicamente su rostro. El problema, claro, es que si los agentes de la policía tienen que multar a tan fanática conversa, nunca sabrían sin la infracción corresponde a esta mujer que ha luchado hasta el final por preservar su carne de la concupiscencia masculina, o se trata del mismísimo Fantomas. Sin pretender ofender, desde luego, las creencias religiosas de nadie, me temo que la pobre Sultaana está más confundida que una monja en su sex-shop. A los elefantes que circulan por la ciudad incia de Nueva Delhi, sin embargo, les obligan ahora a ponerse un casco de señalización, medida adoptada por iniciativa de una organización de defensa de la naturaleza y con el propósito de evitar accidentes. Anchos como armarios de luna y acostumbrados a andar a su aire por calles y plazas, los paquidermos provocaban infinidad de percances, especialmente en las horas nocturnas, dado que a los conductores les resultaba muy difícil distinguirlos por el color gris de su piel. En fin; vivimos en un mundo que ya no sabe si servir o pedir criada.