Diario de León
León

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RAJOY TEME que España termine convertida, con  tanta sonrisa y talante de Zapatero, en el «cachondeo padre» de la comunidad internacional. Curioso reparo para venir de un gallego socarrón. En una de sus películas, Groucho Marx se hace pasar por rector y para no ser descubierto se limita a esgrimir: «Sea lo que sea, me opongo».  Está adaptando un discurso aznarista que le perjudica, pues él mismo es más cordial que distante, más abierto que hermético.  Hay que sonreír, no para enmascarar los problemas existentes, sino como vocabulario vital, sin gestos profesionalizados. La sonrisa ha de ser un credo compatible con el rigor y las responsabilidades asumidas. Sonreír, sí, pese a las dificultades a las que haya que enfrentarse, o precisamente por ellas.  El éxito del centrismo fue superar la imagen de derecha como señor de negro permanentemente cabreado. Es decir, colocar una sonrisa donde antes había rictus altivo. Y no existen sonrisa de derechas y sonrisas de izquierda, sólo formas de estar en el mundo. Hay que sonreír,  porque sirve, cuando irrumpe sin espejismos ni trucos. Con verdad y con ética.  Ojalá Aznar hubiese sonreído más, aunque sólo fuese a los suyos. Publicó ayer una tercera en ABC sobre la retirada de las tropas de Irak en la que regaña a los demás por lo que debería regañarse a sí mismo. Haría bien Rajoy en desarrollar un discurso más acorde con su verdadera impronta, en definitiva, con su propia sonrisa. El Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero retira las tropas de Irak porque el pueblo español  así lo ha querido. España quiere volver a sonreír¿ si la dejan. Con una sonrisa limpia y solidaria, consecuencia de las dolorosas lecciones aprendidas. Nuestro querido y entrañable arte de sonreír.

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