Diario de León
Publicado por
VALENTÍ PUIG
León

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LO FUNDAMENTAL del veraneo »okupa« es que hay que practicarlo de casa ajena, después de ocuparla de forma ilegal. Luego el estío emperifolla la estrategia »okupa«, y si se les desaloja de una casa ocupada, ocupan lo que sea, el Taj Mahal o la Capilla Sixtina. En Barcelona se les ha desalojado de una antigua fábrica, según orden judicial de desahucio a petición de la empresa propietaria, pendiente de ejecución desde marzo. La respuesta ha ido inmediata porque no en vano el eslogan es «Un desalojo, una ocupación». Desalojados en la madrugada los diez «okupas» que estaban en la fábrica convertida en Centro Social Autogestionado y Okupado , la acción se trasladó al edificio de la Pedrera, pieza arquitectónica del modernismo, sala de exposiciones de primera, atractivo turístico sustancial y elemento clave en el paisaje del paseo de Gracia. Participaban unos treinta «okupas». Llegaron hasta la azotea de la Pedrera, entre turistas escamados y haciéndole más difícil a la policía cualquier intento de desalojo. Con corte de pelo estilo cresta, un pequeño vástago daba apoyo moral a su padre gritando: «¡La policía tortura y asesina!». Gaudí quedaba transitoriamente en manos de un puñado de «okupas» que escalaban fachadas, desplegaban carteles y repetían un lema muy adecuado para cualquier ciudad que pretenda atraer turismo: «Vosotros turistas, sois los terroristas». Díganselo al ciudadano de Kioto o de Pittsburg que se está gastando sus ahorros en visitar la Barcelona estival. Indudablemente las cámaras estaban allí y, al mezclarse con la cola de los turistas, los «okupas» sabían que la carga sería más aparatosa. El habitual correlato de estas acciones suele escenificarse, horas más tarde, en el barrio de Sants. Allí los «okupas» han perfeccionado con gran celeridad en la respuesta un sistema de control de cruces de tráfico y desplazamientos coordinados por interconexión de telefonía móvil que en pocos minutos les permite colapsar el tráfico metiendo «containers» en plena calle, incendiar mobiliario urbano y dejar maltrechos los cajeros automáticos. Es propio del progresismo caduco que gobierna Barcelona que se pretenda reducir a fenómeno transgresor estético-juvenil un movimiento «okupa» que tiene ahora mismo más de cien casas ocupadas. En realidad se le define como forma alternativa de civismo. La Barcelona del delicuescente Forum 2004 es a la vez el mejor banderín de enganche y la fortaleza más aguerrida de los «okupas». La empatía con esas agresiones al Estado de Derecho, a la propiedad y a la libertad, es ciertamente una frivolidad política que cuesta cara. El «okupa», sin más, atenta contra derechos explícitos del resto de la ciudadanía. Ese progresismo ha llevado a complicidades muy curiosas, para sorpresa de algunos políticos angelicales que hace unos días de repente vieron como las sedes de sus partidos -en concreto, los socialistas, los postcomunistas y los independentistas- eran ocupadas al grito de «¡Contra la especulación!». Ahí se amalgaman de forma altamente inflamable el rasgo antisistema de los «okupas», una dosis innegable de independentismo violento y los rasgos propios del «lumpen», a menudo reclutado entre hijos de papá. Algunas asociaciones de vecinos dan su apoyo a la causa «okupa» previsiblemente hasta que les ocupen sus sedes sociales. Ese verano «okupa» es públicamente disruptivo y el coste de los destrozos causados nunca es de baja cuantía. Característicamente, los «okupas» que llegaron hasta la azotea de la «Pedrera» llevaban unas máscaras con una fotografía del rostro del alcalde de la ciudad Joan Clos. Al Clos que bailó la samba en el paseo de Gracia vistiendo camiseta «carioca» los ecologistas que forman parte de su gobierno municipal le critican por estar más preocupado por desalojar «a los jóvenes que recuperan espacios abandonados que por afrontar la especulación urbanística». Llega la temporada de verbenas «okupas» a la ciudad de los muchos prodigios.

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