DelBOEa«Vogue»

EL ANTIFEMINISMO más feroz nunca ha sido masculino: lo han ejercido las mujeres listas. La figura de la culta latiniparla, que atraviesa nuestro Siglo de Oro refleja a este tipo de mujer espabilada y resuelta que desprecia a su género. Más recientemente, Madame Stael dijo con insuperable crueldad: «Si me alegro de ser mujer es por no tener que casarme con una de ellas». Ahora, simplemente por hacerse unas fotos más o menos glamurosas, las ocho ministras del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que al elegirlas no aspiraba al harén, sino a la eficacia, están siendo criticadas por otras mujeres, en número muy superior a ocho. A mí me da igual ocho que ochenta, pero me parece que no es para tanto. Lo que sucede es que en agosto se desorbitan los sucesos menores y se habla de más. En eso, este mes de baños en las playas y de baños de sangre en las carreteras se parece a cualquier otro. ¿Exageran las asociaciones feministas al reprocharle a sus ilustres congéneres que hayan posado para la revista Vogue ? Algunas, hasta ahora, el mejor papel que han hecho ha sido en el papel couché. Les critican dar una imagen muy lejana a la que corresponde a la mujer trabajadora y dicen que no se sienten representadas. Según la directora de la revista, «la Moncloa se adaptó a Vogue » durante ocho horas. Una jornada laboral completa entre maquilladores y fotógrafos, pero cada cual puede emplear su ocio como le dé la gana. Ellas saben que su estancia en el poder no va a ser eterna, al contrario del llamado «eterno femenino». Es cierto que más que modelos para una revista nos interesa a la mayoría de los españoles que sean modelos como ministras, pero no creo que la cosa tenga tanta importancia. Sigue siendo cierto que la mujer tiene que hacerlo todo el doble de bien que un hombre para que se piense igual de ellas. Algunas dicen que, por suerte, eso no es difícil. Piensan que la igualdad sólo será real cuando una mujer con la cabeza hueca pueda llegar tan lejos como un hombre con esa misma peculiaridad.