Préstame tu vida

DESPUÉS de tanto tiempo transitando por los territorios de la fealdad, de la estupidez y del horror, es natural que el motor de la televisión se resienta y se gripe al abordar un camino sensato, y eso es lo que ha ocurrido con la primera entrega del programa Préstame tu vida de TVE; que los espectadores han disfrutado con ella, pero que algunos, ¿muchos?, la han malinterpretado. En esa primera entrega, y siguiendo el plan argumental de cruzamiento de vida que propone el programa, un argentino afincado en Barcelona, un muchacho moderno, cosmopolita y gay, se sumergía durante una semana en la realidad diaria de un joven del pueblo extremeño de Alburquerque dedicado a la ganadería, quien, a su vez, volaba a Barcelona para vivir una semana en el entorno del argentino. La experiencia resultó dura a la par que enriquecedora para ambos, pues lograron desprenderse de prejuicios y ampliaron sus conocimientos y su horizonte, pero he aquí que algunos políticos extremeños y algunos políticos gais han puesto el grito en el cielo porque, según ellos, en el programa salen malparadas la sociedad de Alburquerque y la sociedad gay, respectivamente. Pero la verdad es que el programa, de excelente factura, hizo justo lo contrario de lo que se le acusa: abolió los tópicos que más conviene abolir, aquellos en los que nos sentimos, en relación a nosotros mismos, cómodamente instalados. Es cierto que la imagen proyectada de un pueblo y de una concreta comunidad gay puede no corresponderse con la imagen que uno y otra tienen de sí mismos, pero no lo es menos que es una imagen extraída de la realidad.