Folclore

LO BUENO que tiene vivir aquí es que no suele haber problemas como el del Estatut o el proceso ese del País Vasco. Lo malo es que, como la clase política tiene soluciones para todo, cuando no hay problemas los inventa y así justifica el sueldo. Estábamos tan tranquilos cuando no se les ocurre nada mejor a los alcaldes de León, Salamanca y Segovia, señores Amilivia, Lanzarote y Arahuete -los dos primeros del PP y el tercero del PSOE- que proponer el cambio de la fiesta de la comunidad, pasándola de lo de Villalar a la onomástica de Fernando III, el Santo. Por mí como si quieren celebrar los Santos Inocentes con tal de que no me toquen a San Roque y su simpático can de agosto, que es cuando caen de siempre las fiestas de mi pueblo. Ahora que entra el verano la nueva sanjuanada o alcaldada de los políticos de aquí huele como si no quisieran ser menos que los nacionalistas de campanario forasteros. Así que no sería de extrañar que, aprovechando que el himno español no tiene letra, la próxima idea sea convocar un concurso de ideas, naturalmente subvencionadas, para musicar en verso un himno autonómico. Los catalanes tienen «Els segadors», de cuando segaban, los vascos el «Eusko Gudariak», rendido a los italianos desde Santurce a Bilbao cuando la guerra civil, y los gallegos se han pasado del «Himno a Breogán» a una cosa ni fu ni fa, como la rianxeira o el que subía o bajaba la escalera, según, ondiñas veñen e van. El único himno regional simpático que todo el mundo se sabe de pe a pa es el «Asturias, patria querida», del que frecuentemente se abusa por las tardes-noches a partir de la novena sidra, sobretodo en Ribadesella y Valencia de Don Juan. En cuanto al de León, según el cual sin nosotros «no hubiera España», no deja de ser una tamborilada plagiada del «Sitio de Zaragoza» sin venir a cuento. Personalmente a uno y tal como está el campo y la provincia, le gusta más aquella otra musiquilla de «el pastor de las cabras de Candanedooó.../como come morcilla giña morenooó...». Y blando.