Diario de León

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LOS VIEJOS de este lugar se acordarán de aquellos tiempos leoneses en que se fijaba un letrero en los comercios -a últimos de diciembre- en el que se leía : «cerrado por balance». Hay quien cree que la sede de los partidos políticos deberían de echar el cierre durante unos días para hacer un examen de conciencia con la correspondiente penitencia a la vista del arqueo. Se sabe, por definición que el político es el representante del pueblo. Y representar es hacer presente a alguien allí donde no puede estar. No es hacer lo que le viene en gana a cada uno individualmente o regirse por los caprichos o las ocurrencias de una u otra sigla. Por lo que se refiere a nuestros diputados y senadores , deben de tener presente lo que se contiene en el artículo 67 de la Constitución Española : «los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados a mandato alguno». Quiere decirse que no deben de recibir -ni admitir- órdenes de grupos de presión, loobys, logias o sectas . Ya dijo el Tribunal Constitucional al referirse a los miembros de las Cortes que su actividad lo es como «representantes de la Nación no de ciudadanos determinados», de manera que la ocurrencia de un determinado político no puede estar legitimado para ser vocero de unos pocos .Bien es cierto que los partidos políticos «concurren a la manifestación de la voluntad popular «, pero hay que entender que no se trata de la voluntad del populacho - lo que Unamuno llamaba oclocracia o de la plebe - que en ocasiones se manifiesta como el quinto poder o el poder de la calle. Algunos partidos - o partidillos apoyados por un nacionalismo de campanario - invocan al pueblo , casi siempre cuando no tienen ideas para compartir, olvidando que son las Cortes las que representan al pueblo español (artículo 66.1 CE) , nada más, y nada menos . De forma que cuando se arrogan ideologías o creencias - más bien descreencias -desvinculadas de la sociedad están detentando un poder que no les pertenece. Tengo a mi alrededor amigos y compañeros que son católicos, van a misa, sus hijos estudian en colegios religiosos, no obstante ello, votan a un partido cuyas siglas promueve el laicismo; los ejemplos se podrían repetir. ¿A qué viene esta divergencia? Sencillamente el mal representante se olvida de su representado. El mandato se divorcia de la opinión del representado y obedece o bien a otro mandatario o a su opinión personal , que un día ofreció una cosa y al sentarse en la Cortes votó otra por mandato espúreo. Sería conveniente otro sondeo como el famoso informe Foessa -¡promueve otro, Amando de Miguel!- para conocer si la conciencia ciudadana se corresponde con las propuestas de los políticos . Por ejemplo, la promoción que se invoca y se jalea sobre el laicismo. No es ni más ni menos que el resurgir marxista de que «la religión es el opio del pueblo» o aquella más cercana de que «España ha dejado de ser católica «. Digámoslo claro: se trata de la asunción de viejas ideas marxistas. Lo dejó claro Herbert Marcuse, que al estudiar el marxismo soviético citaba la alocución de Lenin en el III Congreso de la Juventudes Comunistas: confirmaba la negación de la moral tradicional y repudio de los valores y principios éticos fundamentados en la religión , con la machacona advertencia de la politización de la ética. Por lo que respecta a la España actual es lo que se quiere transformar a la vista de la versiones de pensamiento (¿) de una determinada ideología desgajada de la opinión pública, incluso del común del propio partido . Ciñéndonos al entorno leonés, y ante los libros de contabilidad en el encerrado balance, debemos de preguntarnos qué han hecho los políticos ante el mandato del pueblo de León y que han hecho por el mandato de su partido. Es más deberán apuntar en el libro mayor si no han anotado otras sugerencias, opiniones, obediencias o ideologías extrañas - ligadas a mandatos prohibidos por la Constitución - a la opinión o necesidades de los leoneses . Hace unos días - Diario de León, 10-12-2006- me sorprendió gratamente la entrevista a Joaquín Cuevas Aller, con una frase bastante drástica: «O echamos a estos políticos, o ellos nos acaban echando a nosotros». No soy tan extremista, pero están a tiempo de encerrarse -algunos dicen que para siempre- y hacer balance . Una especie de examen de conciencia --suponiendo que algunos la tengan- y comparar lo dicho y lo hecho, apuntar en el libro mayor lo prometido y lo vendido, lo comprado de saldo en las fuentes de las ideologías y lo pendiente de sugerir en el lugar en que se fabrican las leyes o se reparten las prebendas . Parodiando un título del profesor Jorge de Esteban estamos «a la búsqueda de la leonesidad perdida «o como dije en otra ocasión, hay que forjar el cómputo ante una leonesidad hispánica. Para ello no nos hacen falta nacionalismos excluyentes sino integradores, ni nos hacen falta políticos que pasan del mitin al salón, sino que sean el entronque con la realidad sociológica. Me extraña que en estas fechas, se felicite la Navidad quien está ayuno de religiosidad . El recuerdo navideño solo tiene sentido si se cree en ella. Lo demás es una retorsión de la creencia , una falacia de la política. Quien de verdad se sienta leonés no puede alejarse de los sentimientos de su pueblo. Acaso contemple la catedral desde la arquitectura o una procesión desde el folklore. Si es así, se aleja del verdadero sentir de la representación. Más vale, por tanto, que al hacer el arqueo anual de su misión local, provincial, autonómica o nac ional la apunte en el debe y promueva una nueva vida política .

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