Diario de León

EL RINCÓN

Sarkozy y el chiste del enterrador

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«HE CAMBIADO», mintió en enero Sarkozy durante su primer dis curso pronunciado este año. Porque el próximo presidente de la República de Francia no ha cambiado ni un ápice, y si lo ha hecho ha sido simplemente para endurecer aún más la mano de hierro en el guante de seda que la envuelve. «El espíritu de Mayo del 68 está muerto», mintió otra vez hace sólo unos días el mismo Sarkozy, fintando alegremente un toro bravo: el hecho de que fue él quien, tras llamar basura a los jóvenes de los suburbios, esos para los que no hay futuro ni esperanza, sólo alienación y odio. Esos que crecen en las afueras de París a la violencia y a la diferencia, a los que nadie escucha y que se hicieron oír por sí solos quemando miles de coches. En el mayo francés se defendieron un montón de idioteces como el comunismo, el anarquismo o el situacionismo. Los jóvenes del 2005 no saben siquiera por qué luchan, sólo que se defienden a sí mismos. Como todo animal acorralado, son muy peligrosos. Pero Sarkozy no les tiene miedo. Ya les plantó cara una vez, y no pasarán (acuérdense de mis palabras) tres años antes de que lo vuelva a hacer otra vez. Porque en privado, Sarkozy se muestra cada vez más y más conservador en su fondo y más conciliador en la forma. Sabe que la diferencia de clases en Francia es abismal. Para él no hay más camino que suavizar el discurso reaccionario para ganar ese indeciso y decisivo voto de centro, y lo ha hecho. Y eso es lo que el próximo domingo le va a comprar un asiento en el Eliseo. Pero Sarkozy, con su retórica imposible, me recuerda al chiste del enterrador. Ese que caminaba por la vereda del cementerio con su pesada pala al hombro cuando vio removerse uno de los montones de tierra más recientes. Poco a poco asomó una mano, un brazo y finalmente un rostro angustiado. El pobre desgraciado le dijo al enterrador «Oiga, que yo estoy vivo». Y el funcionario, que era un hombre pulcro y respetuoso de las normas, le asestó dos paladas en la cabeza diciendo: «Tú lo que estás es mal enterrado».

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