Diario de León

DESDE LA CORTE

El sucesor del santo Job

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FERNANDO ONEGA
León

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ES UNA PENA que Rodríguez Zapatero no sea un poco más católico practicante. Si lo fuese, no sé si pasaría a la historia como un gran presidente; pero la Iglesia lo podría elegir sucesor del Santo Job como símbolo de paciencia. Y algo más; cuando habla de «paz infinita», se ha comido parte del sustantivo: está queriendo decir «paz-ciencia infinita». Es lo que se necesita para mantener una conversación de dos horas con Ibarretxe, llegar a los resultados que han llegado, y verse obligado a presentar una cara que complazca a los que le exigen dureza y no eche al monte a los nacionalistas vascos. Aunque sólo sea por eso, le presento mis respetos al presidente del gobierno. Porque, ¿se imaginan ustedes lo que son 120 minutos con Ibarretxe? Con su invento de las consultas populares, agota al jefe del gobierno y a todo el que quiera seguir su discurso. Decir que es una roca sería utilizar un diminutivo. Decir que es un muro es menospreciar su resistencia. Es la muralla china, es un escudo antimisiles. ¿O es un fanático? No me atrevo a afirmarlo, porque ayer pidió que no le insultáramos, y a lo mejor me quedo corto en la definición. Pido disculpas por ello. No le quiero criticar. Para un político que no ha cambiado ni una coma de su discurso en tantos años, debemos respetarlo también. Pero ayer Zapatero ha tenido que soportar a un señor que dice todo esto: que su referéndum es legítimo, porque lo prometió en su programa electoral; que su plan es legal, porque un presidente de autonomía puede consultar a su pueblo; que está convencido de que el gobierno central tiene que negociar con él, porque también negoció con ETA; que se respalda en que otros países tienen abierto un debate de secesión; que no acepta que las Cortes rechacen un proyecto aprobado en el Parlamento vasco, como está previsto en las leyes; que no quiere seguir la vía catalana de reforma del Estatuto; que, ante el argumento de que no puede convocar un referéndum, argumenta: «Bueno, pues lo convocamos Zapatero y yo»; y que en todo caso, él, como representante de Euskadi, hace ley y está por encima de la ley vigente. Y todo eso, sin moverse un ápice de sus posiciones, durante dos horas. En principio, me pareció que Zapatero había estado blando en su versión a la prensa. Estoy tan contagiado por las exigencias del Partido Popular, que lo esperaba más cortante. Hoy matizo: no estuvo blando; estuvo heroico, al mantener la calma para explicar lo que acababa de ocurrir. ¿Y para qué? Para que Eduardo Zaplana se presente después ante la prensa para decir que no basta que Zapatero haya dicho «no», pues tenía que haber explicado cómo. Lo dicho: entre Zaplana e Ibarretxe, yo proclamo a Zapatero como sucesor del santo Job.

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