Diario de León
León

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QUÉ fácil se guerrea desde un despacho. Aznar ha declarado que no se arrepiente de haber respaldado el ataque contra Irak y que volvería a hacerlo. «La situación no es idílica, pero sí muy buena» afirmó el mismo día en que 52 civiles murieron en un atentado terrorista. Según él, ahora hay más democracia en ese país; o en sus ruinas, añadimos nosotros. Al parecer, miles de muertos no son nada. Supongo que el secreto de su distanciamiento emocional está en que no visualiza a las víctimas como seres humanos, sino como sombras o números. Hegel aseguraba, pensando en Napoleón, que un gran hombre ha de estar dispuesto a sacrificar algunas «florecillas inocentes» en su camino. La Historia es en cierta medida la plasmación a lo largo de los siglos de ese sacrificio. Y es que la maestra de la vida, que así se la llama, nunca ha sido muy rigurosa con sus criterios de admisión, aunque algunos ignoran que lo importante no es pasar a la Historia, sino los motivos por los que se pasa. Que un gobernante tome decisiones erróneas en cuestiones trascendentales pertenece a lo humano, otra cuestión muy distinta es jactarse de una equivocación que tuvo consecuencias tan trágicas, que las sigue teniendo. De los errores se aprende, pero hay que admitirlos. Dudo que pueda haber verdadera inteligencia política sin capacidad para el arrepentimiento, en quien no se sienta nunca herido por la tristeza de no haber actuado mejor, incluso en los aciertos, en quien no perciba el rastro de dolor que a veces dejan las propias acciones. Cada cierto tiempo, todos deberíamos revisar nuestras convicciones y así constatar la fugacidad de lo rotundo. Porque es fácil batallar desde un despacho, pero la política debe ser mucho más que el lugar donde pastan los egos.

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