El tamaño importa

Al trasluz | eduardo aguirre

Los dinosaurios no eran tan grandes y pesados como la ciencia nos había hecho creer. Según las últimas conclusiones, publicadas en Journey de Zoology , casi ninguno superaba las 30 toneladas, contrariamente a lo que se nos ha venido diciendo, sino alrededor de 18, tonelada arriba o abajo. Vamos, pekineses grandes. Minimalismo animal. Cualquier discurso de Chaves es mucho más grande, largo y pesado. Pues vaya chasco de Mesozoico. Un caballo de Troya diminuto no inspira una epopeya; como mucho, un sonetín. Toda bestia prehistórica que se precie ha de ser una pirámide andante y hambrienta; luego, que no nos venga ahora la verdad científica con sus rebajas, a decir que muchos eran herbívoros, que no coincidieron con los homo sapiens y que, además, no eran tan apoteósicos. En el jurásico de nuestra imaginación, seguirán siendo siempre mayúsculos, rascacielos rugientes, porque así los forjamos de chavales, en la propia prehistoria vital; en mi caso, cuando quedé noqueado para siempre por el mini bikini de piel de brontosaurio que portaba Rachel Welchs, en Hace un millón de años , impacto del que aún no me he recuperado. Aunque ciertas frases las carga el diablo, diré que el tamaño sí importa. El Titanic no podía ser un velerín, ni la serie «Betty la fea» durar sólo dos mil episodios. Hasta los Tres Mosqueteros eran cuatro. El tamaño es esencial. ¿Alguien se imagina «Guerra y paz» reducida a una docena de páginas? No puedes contar las Mil y una Noches en un fin de semana, ni El padrino con un cortometraje. Las plazas de toros han de ser monumentales, y el chocolate espeso. Esto huele a conspiración. Lo siento por Spielberg que tendrá que devolvernos el dinero que le pagamos por ver aquellos dinosaurios de tres pisos. Pobrecillo. ¡Y con esta crisis!