Diario de León

El paisanaje | antonio núñez

Monísimas

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antonio núñez
León

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Ha causado honda sensación en toda Alemania el último dominical del Frankfurter Algemeine Zeitung -”un periódico serio que no tiene nada que ver con el sensacionalista Bild-” sobre el fondo de armario de las ministras españolas, enfundadas en costosos trajes de diseño y marca mientras medio país hace cola en las listas del Inem. El artículo en cuestión también ha agriado el carácter, aun más si cabe, de la vicepresidenta Fernández de la Vega, que se ha apresurado a tildarlo de «irrespetuoso, ofensivo, intolerante y antiguo». Lo primero puede que sea cierto porque el título era «Las muñequitas de la moda de Zapatero».

El colega teutón, con muy mala leche, se pregunta desde su corresponsalía madrileña si el votante de izquierdas se guía aquí por la revista Vogue. recordando aquel primer posado de las ministras de «la cuota es bella» a las puertas del palacio de La Moncloa, hará de esto unos seis años, y compara los atuendos con los de su presidenta Ángela Merkel, austeros y sisados donde los haya en tiempos de crisis, concluyendo al final que no hay color ni en el atavío político ni en el económico de las dos naciones.

Cuando los alemanes se ponen bordes España debe temerse lo peor en la balanza de pagos y en la deuda externa como diría el ex ministro Solbes, que nunca se cambiaba de traje. Hace lo mismo el rey don Juan Carlos que lleva dos años sin ir al sastre, unos dicen que por ahorrar, otros porque ya le tiene Zapatero tomada la medida y doña Sofía porque, como ya no va a crecer más, no le merece la pena.

La incomprensión alemana hacia España, menos cuando Hitler y Franco, es antigua. Ellos tienden a la uniformidad en el vestir. Casco o, en su defecto, sombrero tirolés hasta la casaca de cuello alto para varones -”los dos dedos de frente no cuentan en la talla-” y falda de tubo para las señoras. Allí El Corte Inglés no tiene futuro, si bien en las rebajas de la semana fantástica de un pantalón de la Merkel se podrían sacar dos para Fernández de la Vega. Eso son recortes en el gasto público y lo demás bobadas.

Tela. Vienen muy bien estos temillas, en fin, para aliviar y desintoxicar otros, como la marcha negra de los mineros de casco, mono y lamparilla. El problema es que las subvenciones al carbón son en Europa de talla única, aunque el atuendo sea muy emotivo. No caminan precisamente por la Pasarela Cibeles, pero esa es otra cuestión.

Las modas cambian. Recuerda uno que allá a primeros de los ochenta, cuando Felipe González llegó al poder, si querías ascender eran obligatorios los pantalones de pana con rodilleras y chaqueta con coderas, los primeros para aparentar que eras obrero y las segundas, si eras intelectual, para que se viera bien que habías apencado los codos. Quien esto escribe, ya total, se dejó también la barba, aunque no le fue bien, porque cuando no le adelantaba uno del PCE por la izquierda lo hacía un ex socialdemócrata de la UCD por la derecha.

Pelillos a la mar. No tengo el gusto de conocer al irrevente corresponsal del Frankfurter que ha levantado tamaña polvareda. Sí que bebí en tiempos alguna que otra birra a morro con su remoto predecesor Walter Hautbrish cuando la transición, el cual también se sorprendía de lo bien que evolucionaba España de la pana al percal democrático. Como una seda. Él se repensaba todos los artículos y lo tenía fobias ni filias.

Pensándolo también hoy un servidor, de colega a colega y para acabar con el caro fru-frú de las enaguas ministeriales de marca, escribiría una crítica constructiva: «con la que está cayendo sobraría con uniformarlas prusianamente». O como en las reverendas hermanas carmelitas, un colegio de lujo en todos los sentidos, donde los haya, cuando me convenció la madre superiora: «mire usted, le va a salir más barato el uniforme que todas las horteradas de Lacoste y, además, le vale para la hermana pequeña el año que viene».

Mis hijas no van para ministras.

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