Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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H ay dos cosas primeras que es el hombre por instinto: rebaño y tacaño. Todo lo demás viene después. Pues vayamos con el rebaño de veras y dejemos estas esquilas urbanas un rato, porque los rebaños, los pastores, la hoguera de gran leño con todos alrededor y el corderito a la estaca asomaron como cada Navidad en estas Pascuas ya difuntas, supongo. Navidad es la llamada del rebaño.

El invierno me sabe en el recuerdo a majada con lumbre y a cocina de curar, zurrando vestisca fuera y berrando en balde los lechazos dentro en su espera del rebaño y de las madres. También me evoca rebaños de rastrojera en «tierras de pan llevar» rapuchando las pocas hierbas que respeta la helada y bajo un sol al bies que ni calienta ni alumbra ni nada.

Pero hubo estas Pascuas invernales unos rebaños que me llamaron poderosamente la atención... y me cautivaron. El primero era de bronce, chiquito, apiñado y expresando con una humildad rotunda la terca voluntad de sobrivivir en tiempo de inclemencias. En medio de esta escultura se yergue a duras penas un pastor embozado hasta las orejas; parece el núcleo de una célula madre. A sus pies, apretadas para combatir comunitariamente el frío, un redondel de ovejas hacen piña cerrada. La composición es sorprendente. El artista tiene genio. Es Iribertegui, ya desaparecido, un fraile dominico que sabía modelar la bondad, la fuerza, el pueblo al ras y la esperanza en los cielos. Has de ver esa escultura y toda su exposición antes de que la cierren; no te la pierdas, pásate por la iglesia de Palat del Rey (y estarás ya en el Húmedo para comentarla después).

Vi otros rebaños y también me emocionaron. Vienen pastando desde las primeras páginas en todo un librazo ( De Babia a Sierra Morena ) que sigue la senda de la trashumancia desde estas montañas hasta lo extremeño extremo y viene escrito de la mano enciclopédica en la materia, la de Rodríguez Pascual. El libro es imprescindible para conocer la arteria más vigorosa que unió este norte y el sur que nos cascabelea aún en la memoria. Las fotografías apabullan y fascinan. Aún quedan paisajes eternos que nos reconcilian con la esperanza. Ojéalo. Y llévatelo.

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