Diario de León
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PEDRO TRAPIELLO
León

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Cuando el agua huya de aquí, vendrá el alacrán, taimado embajador del desierto, vivirá donde ya no es posible el pájaro y, muerto su canto, ya sólo reinará el silencio que precede al aguijón.

Alto, alacrán.

Sócrates esbozó este aguafuerte porque los asuntos del agua le apasionan y le descomponen, así que resumió la teoría turriona de su tío Román, perito en lunas de guardia y regueras: «o se hacen pequeñas presas en las cabeceras de todos los ríos para garantizar su caudal biológico o los 25.000 kms de ríos leoneses se convertirán en 25.000 hostias en vinagre, lodo y cascajo».

La demanda de agua crece (en algunas partes del mundo sabe a guerra) y no habrá para todos. Un 70% de la península se encuentra ya en estado predesértico dibujando una gran España sedienta y otra celosa de «sus» aguas creyendo que el río que le pasa al pie es de su propiedad o que la lluvia que cae en su sitio es sólo suya.

La ministra Tejerina dice que en julio se pondrán a trabajar para fijar un Plan Nacional del Agua... y dispuestos al gatuperio que montamos en cuanto se insinúa un plan hidrológico, surgirán de nuevo esas dos Españas sumadas al lío de la España de Españas Cien: la que exige trasvases y la que los seguirá negando. No hay para todos.

¿Solución?, dice Sócrates... aumentar la capacidad de embalse de cada cuenca, no hay otra (en la cuenca del Amazonas están proyectados más de 400 embalses, algunos contestados y, en buena parte, ineludibles)... aquí lo exigen los ríos Eria, Duerna, Omaña, Torío, Cea, Valderaduey, Cabrera, Selmo y hasta el arroyo Ahogaburros de San Adrián del Valle... pero háganse las cosas bien, minimícense daños, que el beneficio es mucho... y si a la fuerza hay que hablar de embalses, apárquese el malmeter la socorrida retahíla de la pantanitis franquista, que apresar las aguas para ahuyentar la aridez ibérica que arruina a ríos y campesinos ha sido el ideal y programa del gobernante sensato desde que Joaquín Costa clamó en este desierto por «regenerar» las cosas para poder seguir respirando y no muriendo de sed y expolio.

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