Diario de León

Las emociones también engordan

Estado psicológico y obesidad. El 39% de la población tiene sobrepeso y el 22% es obesa. Entre las estrategias para combatir esta epidemia del siglo XXI se da cada vez más importancia a la atención psicológica a las personas que la sufren. .

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ana gaitero | león

El estado emocional influye en la salud mental y también en la física. La obesidad está muy relacionada también con los estados de ánimo, aunque «se minusvalora y no se le da la importancia que tiene», afirma María Ballesteros, responsable de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética de la Sección de Endocrinología y Nutrición del Caule.

De hecho, las personas con obesidad presentan un riesgo superior a padecer trastornos y alteraciones psicológicos que las personas con normopeso. Hay una ‘dieta emocional’ que influye en los hábitos alimentarios, como es el hecho de comer como recompensa o gratificación después de una larga jornada laboral o para calmar la ansiedad. Y hay que atender a estos aspectos, aprender a gestionar las emociones y sentirse lo más feliz posible, para tener una dieta saludable.

Por ello, con el lema «La obesidad también está en la cabeza», la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo) y la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (Seen) dedicaron ayer el Día Mundial de la Obesidad a sensibilizar sobre la importancia de atender a los aspectos psicológicos que influyen en la obesidad para combatir esta epidemia del siglo XXI.

«La obesidad es una enfermedad crónica de tendencia epidémica en el mundo y se ha convertido en uno de los retos más difíciles en salud pública, no sólo en países desarrollados, sino también en vías de desarrollo», indican estas sociedades.

Según la OMS, entre 1980 y 2014, la prevalencia mundial de obesidad casi se ha duplicado. En España, según el estudio Enrica publicado en 2017, el 39,3% de la población tiene sobrepeso; y un 21,6% obesidad (22,8% en hombres y 20,5% en mujeres), cifras que aumentan con la edad.

En Castilla y León, las cifras de obesidad, del 22,1%, son muy similares a la media estatal mientras que el porcentaje de población con sobrepeso es algo inferior, del 34,3% entre la población de 25 a 64 años, según el estudio sobre prevalencia de obesidad general y obesidad abdominal en la población adulta española liderado por Aranceta-Batrina.

En una provincia como León estas cifras suponen que más de 50.000 personas de esta franja de edad adulta padecen obesidad y unas 80.000 tienen sobrepeso. Pero no sólo se trata de cifras, sino también de las consecuencias que suponen para cada una de las personas.

«Lo primero que hay que considerar es que la obesidad es una enfermedad crónica, que necesita soluciones médicas», apunta la doctora María Ballesteros Pomar. «Mucha gente frivoliza con este problema, se fía de lo que le dicen otras personas de su entorno y no busca consejo especializado», subraya.

La obesidad tiene enfermedades asociadas que pueden causar trastornos graves como son la diabetes, la hipertensión y problemas cardiacos, así como dislipemia y el síndrome de apneas-hipopneas del sueño.

«Existen mecanismos biológicos que regulan el peso corporal que pueden dificultar la pérdida de peso. No obstante, cada vez se tienen más en consideración los trastornos y las dificultades psicológicas que pueden acompañar a la obesidad, ya sea precediéndola, o apareciendo posteriormentey que pueden mermar la adherencia al tratamiento y condicionar su fracaso», resaltan las sociedades médicas especializadas.

En este sentido, alertan de la marginación y estigmatización que sufren las personas con obesidad o sobrepeso. La Seedo y la Seen denuncian que «por el hecho de tener más peso, estas personas son fuertemente estigmatizadas, tanto durante la niñez, en la escuela, como durante la edad adulta, en el ámbito laboral».

La `marca’ social incide a su vez en una «disminución de su autoestima, un incremento de la ansiedad y un empeoramiento de la relación con la comida, de los hábitos de estilo de vida y de sus relaciones personales, en definitiva, de su calidad de vida», añaden.

La relación entre estado emocional y obesidad es circular. «No se sabe qué es lo que empieza antes», precisa la doctora Ballesteros. En una encuesta realizada por Seedo, menos de la mitad de las personas obesas definen su salud como buena o muy buena. Por ello, inciden en que los profesionales de la psicología creen «el entorno adecuado para que el paciente exponga y exprese sus conflictos internos, afectivos y cognitivos».

Los esfuerzos en la intervención psicológica se deben centrar en valorar y reeducar ciertas creencias de los pacientes, además de conocer las variables afectivas (gestión emocional), psicosociales y ambientales (costumbres alimentarias, hábitos, etc.). «Esta variedad de procesos psicológicos implicados en la obesidad plantea la necesidad de abordar la situación de cada paciente de forma individualizada, evaluando su personalidad y su entorno», indican los expertos.

El profesional de la psicología debe enfocarse en reforzar la autoestima, ofreciendo al paciente recursos y herramientas para el control de las emociones y de los impulsos, así como técnicas de gestión de ansiedad para poder conseguir un mayor control de su ingesta.

Otro rasgo que se observa en las personas con obesidad es que tienden a infravalorar su ingesta calórica en comparación con las personas sin problemas de peso. «Minimizan la cantidad de comida que comen, no siendo del todo conscientes de que su ingesta es excesiva», advierten. Otros factores como carecer de horarios para comer, dormis poco y llevar una vida sedentaria influyen en la obesidad. El 50,4% de las personas obesas no tienen horario establecido para comer y picotean. Un tercio de la población suele dormir a diario menos de 7 horas y otro 12,4% no tiene una rutina establecida y más de la mitad de la población pasa sentada al menos tres horas al día fuera de sus horas de trabajo o estudio.

En definitiva, los expertos inciden en que no se trata sólo de perder peso sino de favorecer una «maduración psicológica que permita tomar conciencia del problema, mejorando la calidad de vida y asentandohábitos saludables, como la actividad física, una alimentación más ordenada y saludable y lograr unamejor autoestima y percepción del propio cuerpo».

También es claveconcienciar al paciente de que la obesidad es una enfermedad?, y remarcarle que debeesforzarse para evitar recaídas a largo plazo.

Ungrupo de pacientes que tienenserias dificultades para seguir un tratamientopsicológicovinculado al exceso de peso son aquellos que tienenalgún trastorno de personalidad.

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