Diario de León

Cornada de lobo

Comas suspensivas

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León

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Quede aquí constancia que ayer, en un rapto de luminosidad que no me es propio, inventé algo que no parece lógico que no estuviera descubierto. Señoras y señores de la sala, hé aquí ante ustedes, una detrás de otra, las ¡comas suspensivas!... el signo ortográfico que incomprensiblemente faltaba en nuestra lengua y, eso es peor, en todísimas las demás. ¿No existen los puntos suspensivos?... ¿por qué no entonces las comas suspensivas?, ¿quizá porque son chicas?... A las comas, en realidad, se las tiene y se las trae como a putas por trigal segado, casi siempre mal colocadas, desorientadas y, para el ceporro nacional, inútiles... El punto es mucho punto: redondo, como el de Blas, o filipino, como el Mario Conde. El punto manda y pita demasiado, los hay hasta sobrar: seguidos, finales, aparte, suspensivos... Y no contentos con tanto abuso, se suben a la chepa de las pobres comas y se inventan el carajo del punto y coma, tan raro de ver y que tanto confunde. Y no respetan ni a la j ni a la i, pues se les sube encima como gallo quilador de mucho cuete. Hay ocasiones en las que el punto no se reprime y se tira a la u echándole dos quiquis para llamar así diéresis a una criatura que, aquí sí, la trae la cigüeña. Y aún más ganas le quedan de andar chingando signos, pues tampoco deja en paz a interrogaciones y admiraciones. Ah, y cuando veas uno al lado de un guión, entonces cágate, porque es cosa de juez o de banco. En fin, que a la pobre coma ahí me la tienen sólo para poner palos en el camino, uno aquí, otro allá... Creo que las paisanas, ahora que hay sensibilidad social para estos asuntos, tienen el deber y la oportunidad de sublevarse ante el intolerable dominio masculino del punto. Dignidad para la coma. Basta ya de tenerla ahí con la cerviz agachada y el rabín como entre piernas. Una oportunidad para las comas suspensivas, tan femeninas ellas, de tres en tres, como si estuvieran dándose una suspensión en el baile y fueran juntas al lavabo, indicándole al lector un párate leve, pues ese sería su valor, breve suspensión, más corta que la de puntos, pues de suyo la mujer es curiosa y arde en ganas de saltar a la frase siguiente, de modo que considérese este invento bien traído, señoras y señores de la sala.

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