Diario de León

UNA HISTORIA INSÓLITA

Ignacio María Doñoro: «Me hice pasar por traficante de órganos para salvar la vida de un niño»

El sacerdote es autor del libro 'El secreto es Jesús'

Ignacio María Doñoro, ayer en León en la presentación del libro ‘El secreto es Jesús’. MIGUEL F. B.

Ignacio María Doñoro, ayer en León en la presentación del libro ‘El secreto es Jesús’. MIGUEL F. B.

León

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La presentación del libro El secreto es Jesús en el seminario San Froilán fue este miércoles la excusa del sacerdote Ignacio María Doñoro (1964, Bilbao) para buscar en León recursos económicos que ayuden a la familia eclesiástica Hogar Nazaret, una casa para menores pobres en el Amazonas de Perú que atiende a niños y niñas que han pasado por experiencias traumáticas. Doñoro, amenazado por ETA en España, se ha hecho pasar por traficante de órganos en Perú y le dieron una paliza que casi lo mata por trabajar para impedir el tráfico de personas. Ayer estuvo en León para conseguir financiación para el proyecto.

—¿En qué consiste el trabajo que realizan en el Hogar Nazaret?

—Llegan niños totalmente rotos física y psicológicamente, son irreconocibles y los médicos dicen que no tienen solución. Curiosamente, casi milagrosamente, todos curan sus heridas no solamente físicas sino sus traumas, o aprenden a vivir con ellos y llega un momento en que te dicen que es el día más feliz de sus vidas. He encontrado el paraíso en la tierra. En medio del dolor y tantas dificultades, con niños elegidos entre cuatro mil comunidades, se puede ser feliz. Y ese es el mensaje que vengo a transmitir. Estos niños han sufrido situaciones inenarrables que yo no hubiera sido capaz de superar, creo que me hubiera suicidado. El secreto es que Dios vivo está entre nosotros.

—¿Con qué heridas y por qué causas llegan los menores al hogar?

—Estamos en la región de San Martín, una zona de extrema (extrema, insiste) pobreza. Cada niño tiene su historia absolutamente trágica que si no lo acoges en el hogar se muere. Cada niño es único.

—¿Trágicas en sus familias?

—Sí, por el entorno, por una extrema pobreza que lleva a una pobreza moral. Yo empecé trabajando en El Salvador con tráfico de órganos y he estado en Puerto Maldonado en el Amazonas, con tráfico de personas. La gran apuesta del Hogar Nazaret es la apuesta por la mujer, que allí se considera un objeto, una propiedad del hombre. Intentamos crear un cambio de una sociedad machista a una en la que seamos todos iguales.

—Usted se hizo pasar por un traficante de órganos para salvar a un niño.

—Así fue, me hice pasar por traficante de órganos para salvar su vida. No me quedó más remedio. No hay ningún heroísmo es aquel hecho, cualquiera hubiera hecho lo mismo. Yo no me podía creer que existía ese tráfico, pero es la realidad. Ahí comenzó una carrera sin fondo y después pasé por Colombia, Tánger. y otros países africanos durante once años. Decidí que no se trataba de montar una oenegé, a mí Dios me pedía entregarme.

—¿Qué realidad encontró mientras se hizo pasar por traficante de órganos?

—Que podía hacer algo decente en mi vida. La sorpresa fue que con mucha facilidad rescatamos a un niño y que había demasiados niños, dolor y tragedias en todo el mundo. Esa es una realidad que se repite en los lugares más pobres.

—Si pudiera extrapolar su experiencia con los niños peruanos a la sociedad actual en España y en Europa, después de una pandemia, varias crisis económicas y una guerra entre Ucrania y Rusia que afecta a toda Europa, con una generación de jóvenes desesperanzados, que no encuentran trabajo, con riesgo de adicciones a las tecnologías ¿cómo actuaría aquí en España?

—Esto que voy a decir es duro. Quizás no va a ser agradable y tengo que ser sincero y contestar a la pregunta. Vengo a España porque necesitamos comer todos los días, no tenemos medios económicos y vengo a pedir, no vengo a otra cosa. Me cuesta muchísimo venir porque veo zombis por la calle, gente que está viva pero por dentro está muerta. Estos niños que atendemos, en medio de muchísimo dolor son tan felices porque tienen a Jesús, ese es el secreto. En España la gente vive cómodamente, pero no somos felices, hay suicidios y depresiones. Han dejado a Dios de lado. En Perú soy muy feliz. Jamás pensé en ser tan feliz, pero las condiciones y los medios son durísimos. No tenemos medios suficientes para comer y salir adelante.

—Dice que viene a pedir dinero ¿con qué subvenciones cuentan para el Hogar?

—Por desgracia. Somos pobres porque no tenemos ninguna posibilidad en una zona árida donde estamos intentando sacar adelante una explotación agropecuaria, pero las condiciones climatológicas son adversas. No hay ninguna subvención, vivimos de la absoluta caridad de las personas. Las personas que están leyendo este artículo y quieran ayudar a cambiar el mundo, en hogarnazaret.es tienen una oportunidad real de hacerlo.

—¿Reciben ayuda solidaria de España?

—Toda la ayuda viene de España, pero cada vez la obra del Hogar es más grande y se necesita más.

—¿Cuántos niños y niñas tienen ahora mismo recogidos?

—Ahora tenemos a 138 niños recogidos, más 200 en la escuela de fútbol. Estamos intentando sacarlos adelante a ellos y a sus familias. Y especialmente a las niñas que han vivido situaciones horrorosas, como sus madres y sus abuelas. Estas niñas líderes intentarán cambiar la realidad. Admiro todos los gestos en pro de los derechos de la mujer, pero muchas veces quedan en palabras, en mensajes en las redes sociales. Esto es una apuesta real por la mujer. Sacamos a una niña de la antesala del infierno y la llevamos a la universidad. Allí las niñas no valen nada. O están en el Hogar Nazaret o quedan embarazadas con 10 ó 12 años y que un hombre las mantenga.

—¿Puede contar alguna experiencia de algún menor que haya pasado por el hogar y ahora sea ejemplo de ayuda en su comunidad?

—Tenemos varios casos. Hay un joven que se llama Riky Maiky que vivió una situación espantosa, acogido con 15 años, que ha terminado la carrera de psicología y ahora es profesor en el Hogar Nazaret. Es una gozada. Tengo un grupo de niños de 16 y 17 años que prácticamente están asumiendo el cuidador en el hogar. Tenemos un gran hogar para niños en una zona llamada Carhuapoma y otro en Bella Vista, donde están las niñas. Prácticamente no tenemos casi tutoras que nos ayuden y son los mayores los que se cuidan como hermanos y su gran fe en Dios.

—¿Alguna vez ha tenido problemas con la población de la zona porque estuvieran en contra de su proyecto y su trabajo allí?

—Tuve problemas gravísimos en Puerto Maldonado, donde me dieron por muerto. Una noche me pusieron tres pistolas en la cabeza y me dieron una gran paliza. Yo estaba sacando niños del tráfico de personas en una situación de minería ilegal. Escapé de Puerto Maldonado y estuve un tiempo en Lima hasta que encontré esta situación en la que estoy ahora en la región de San Martín y estamos trabajando de otra manera. La población nos quiere muchísimo y nos ampara. Al final son los pobres los que ayudan a los pobres.

—En España también estuvo amenazado por ETA.

—Estuve diez años de capellán en Intxaurrondo. Tengo el reconocimiento como víctima del terrorismo. Sentía que tenía que estar al lado de los más débiles y pobres. Asistí a los congresos de la Asociación de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado víctimas del terrorismo. Creo que tenemos que dar una respuesta. No es un problema político. Es un problema de unos señores que asesinaban y otros amenazados, machacados, extorsionados y asesinados. La sociedad española está pasando página en una situación en la que se está dando una paz de los cementerios, y esa paz no es posible. La paz se basa en la justicia, en devolver la dignidad a las personas y escuchar un poco más. El estado de bienestar que tenemos ha sido a base de la sangre de nuestros muertos. No hay una justicia real de la sociedad, que mira para otro lado, y todo envuelto en política. No entiendo por qué en España todo tiene que ser política.

—¿Qué le pediría a los políticos españoles?

—Que sean sinceros consigo mismos y con los demás. No se puede construir una paz de cementerios, una paz de amordazados. Las víctimas del terrorismo hemos sido vilmente maltratados.

—¿Volvería a España?

—Soy capellán militar en excedencia. Es una tentación y reconozco que casi todas las noches dudo, pero veo el dolor y no me puedo quedar indiferente.

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