Diario de León

Valentín Cabero: «León es un nexo territorial y cultural clave con Portugal»

Valentín Cabero Diéguez en una foto de archivo en la Biblioteca Pública de León. RUBÉN DELGADO

Valentín Cabero Diéguez en una foto de archivo en la Biblioteca Pública de León. RUBÉN DELGADO

León

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El geográfo leonés Valentín Cabero Diéguez, catedrático jubilado de la Universidad de Salamanca, ha recibido el premio Eduardo Lourenço 2022 del Instituto de Estudios Ibéricos en su 18ª edición por sus contribuciones a los estudios ibéricos y su implicación en la promoción de la idea del ‘Hogar Ibérico’, de la que el ensayista portugués fue «un extraordinario revitalizador actual». Este concepto, del que es un eco la famosa excepción ibérica energética, «hunde sus raíces más optimistas en las reflexiones y propuestas de los socialistas utópicos españoles y portugueses del último tercio del siglo XIX en favor de una unión y entendimiento ibérico», explica Cabero. Una idea que decayó en la larga etapa de las dictaduras salazarista y franquista y cuyas propuestas iberistas cobran posteriormente «una dimensión renovada como proyectos de cooperación abiertos y plurales en el marco de la integración europea», añade.

—¿Quién fue Eduardo Lourenço?

—Vecino rayano y uno de los ensayistas más lúcidos europeos, Eduardo Lourenço, ha contribuido inteligentemente al entendimiento de las relaciones culturales de nuestros países entre sí y de la península Ibérica con Europa (Europa y Nosotros). Otro portugués ilustre, José Saramago, con una obra llena también de lucidez y sutilezas, ha realizado una lectura positiva del diálogo cultural, social, y económico dentro del rico mosaico ibérico peninsular. En su obra La balsa de piedra, tan audaz e imaginativa, convierte a la península Ibérica, separada de Europa por una una gran grieta abierta en Los Pirineos, en una isla flotante camino del otro lado del Atlántico, mientras los personajes vagan y viajan de aquí para allá dentro de la península. Una ficción y utopía iberista y transiberista que aboga por el Sur de Europa y la identidad peninsular en el mundo y por las culturas nacidas en su seno, y más allá de las costas atlánticas. Hoy se habla del mercado ibérico, de la excepción energética ibérica e isla ibérica, y pocos o nadie se acuerda de la obra iluminadora de Oliveira Martins, La Civilización ibérica, que contribuyó decisivamente a una relectura histórica y cultural de la península y de los pueblos ibéricos.

—¿Qué le une a estos iberistas?

—Un compromiso intelectual y cívico con un iberismo activo y crítico en favor de las áreas fronterizas y más desfavorecidas del interior dentro del conjunto peninsular.

—¿Cómo fue su relación Lorenço?

—Desde finales del siglo XX y a lo largo de unos 20 años he tenido la fortuna de compartir reuniones, seminarios, y proyectos comunes con los portugueses en distintos foros civiles y académicos, en los que la presencia y reflexiones de Eduardo Lourenço han sido decisivas a la hora de encarar cursos, investigaciones, o intercambios de conocimientos y unas miradas interdisciplinares. También he podido aprender de su capacidad para integrar discursos complementarios en favor siempre de una sociedad democrática y de la ciudadanía. Sus conversaciones en momentos más informales como una comida o tomando un café eran muy enriquecedoras por la amplitud de sus conocimientos y sus relaciones con los grandes escritores portugueses, españoles, franceses, europeos en general, y para corregir nuestras ignorancias, sus contactos con escritores y pensadores del ámbito de la Lusofonía, han sido muy enriquecedoras. Se alegraba de mi mirada más territorial y añoraba un acercamiento más cercano a los paisajes y culturas rurales, donde estaban sus raíces.

—Eduardo Lourenço le reconoció su implicación en la creación del Centro de Estudios Ibéricos. ¿Qué temas aborda esta institución?

—Los objetivos eminentemente culturales y cívicos del Centro, se enmarcan en una filosofía favorable a la cooperación y al intercambio en territorios transfronterizos y de baja densidad, a tres escalas: la propiamente rayana y de proximidad, la ibérica o peninsular, y la transibérica, con los países iberoamericanos y lusófonos. Los cursos de veranos, las becas o proyectos de investigación, los concursos de Tranversalidades (“Fotografías sin fronteras”) y los seminarios sobre problemas más específicos, con la participación notable de jóvenes, han creado una numerosa red de complicidades con gran sentido de la solidaridad ibérica. Las colecciones de publicaciones, Iberografías, contribuye decisivamente a los intercambios y a la consolidación del espíritu ibérico.

—En España, ¿aún vivimos de espaldas a Portugal?

—A pesar de los grandes avances de cooperación y de intercambio mantenidos desde 1986, y de las cumbres ibéricas, sigue habiendo un cierto déficit en las miradas y comportamientos españoles sobre Portugal, bien por la lejanía mental y cultural desde el centro peninsular hacia todo el oeste o bien por la soberbia hispana de la que nos hablaba Unamuno y que implica una subestimación del vecino; sí, es evidente a veces que el desconocimiento cultural o de la propia identidad portuguesa por parte de los españoles raya en el sonrojo, sobre todo si hablamos de las élites políticas, sociales, económicas, e incluso académicas. En nuestra educación y en nuestra ciudadanía falta una mirada inteligente y verdaderamente fraternal —no retórica— sobre Portugal. Ahora bien, en los últimos tiempos los españoles han descubierto con mucho entusiasmo y en pie de igualdad la amabilidad y hospitalidad portuguesa y los grandes valores o belleza de su patrimonio natural, cultural y urbano, de tal manera que el turismo y los intercambios están contribuyendo a que vayan desapareciendo las ‘costas viradas’, y los signos más groseros de la soberbia hispana están en declive y a punto de borrarse. Los últimos acuerdos conjuntos de los gobiernos de España y Portugal para defender la ‘excepción Ibérica’ en la gestión de precios y manejo de la energía es la asunción de la idea más amable del ‘Hogar Ibérico’, que los geógrafos también denominamos el ‘solar ibérico’.

—¿Qué papel deben jugar Castilla y León y la provincia leonesa en un mayor nexo con Portugal?

—El hecho mismo de tener el tramo más largo y estratégico de raya con Portugal —más de 320 Km— en dos provincias, Salamanca y Zamora, y un río,el Duero, compartido y fundamental en la articulación de la región y del Norte de Portugal, ya supone un reto de cooperación, de convivencia y de gestión solidaria de unos bienes comunes y de un patrimonio público excepcional, desde la escala más local a la más regional. No se perciben estos hechos desde la lejanía de nuestras capitales o desde los poderes más burdamente centralizadores y burocráticos. La provincia de León y el viejo reino leonés siempre han mantenido unos vínculos de intercambio y lazos de afecto con el Norte de Portugal; y la diócesis de Astorga con sus arciprestazgos fronterizos ha compartido secularmente vivencias religiosas, géneros de vida y problemas históricos comunes en la raya. En el contexto actual, la provincia de León no deja de ser un nexo territorial y cultural clave con Portugal, de intermediación, de enlace, de cooperación, de intercambio, de complementariedad, de revalorización de los recursos propios, de revitalización y de necesaria recuperación conjunta de los tejidos rurales maltrechos con el estímulo tan necesario de sus cabeceras comarcales. La Asociación en León de Amigos de Portugal en España y los Concejos Rayanos desde Tras-os-Montes y Braganza han movilizado en los últimos tiempos los encuentros ciudadanos y reivindicaciones en favor de una cooperación transfronteriza bien anclada en los territorios rayanos.

—La reivindicación de la autovía o vía rápida León-Braganza es un ejemplo. ¿Es una quimera?

—La autovía o vía rápida Braganza-León es un sueño razonable y una propuesta de vertebración territorial que favorece y mejora la cohesión de todo el noroeste ibérico, desde las costas del Atlántico, en Oporto, hasta el litoral cantábrico, en Asturias; en medio nos quedan montañas, valles, páramos y tierras altas con recursos y pueblos que merecen vivir con dignidad (Tras-os-Montes, Sanabria y Carballeda, La Cabrera, las Tierras de La Bañeza con su ramillete de pequeños valles, El Páramo leonés o las tierras y subcomarcas en torno a León) y que necesitan una articulación interna y externa más ágil e inteligente como la que se reivindica, sobre todo si recordamos las consecuencias tan negativas para todos estos territorios que acarreó el desmantelamiento inmisericorde de los ferrocarriles de proximidad.

—¿Fortalecería esta vía de comunicación nuestras relaciones con Portugal o es algo que debe ir más allá?

—Las relaciones con Portugal desde el interior peninsular y desde nuestras tierras de baja densidad necesitan de una mayor permeabilidad y accesibilidad que, frente al abandono y la despoblación, frente a la indiferencia política, administrativa y urbana, o frente a la ignorancia y el desprecio, se convierten en una tarea y obligación de justicia social y equidad territorial. Todo el territorio señalado anteriormente, con sus riquezas naturales y agroalimentarias o con sus debilidades económicas y sociales, se verá beneficiado, y las relaciones hispano-lusas se fortalecerán a escala local, comarcal, regional y europea. Con demasiada frecuencia, frente a los entusiasmos y propuestas razonables de nuestros vecinos y la orientación de la cooperación en favor de los territorios rayanos, Valladolid y Madrid quedan muy lejos, lejísimos, y carecen de la sensibilidad territorial necesaria para afrontar con valentía y coraje político y cívico, los problemas reales de permeabilidad y cohesión de las comarcas fronterizas y del interior ibérico. Desgraciadamente lo hemos vivido el pasado verano con los incendios catastróficos en la Sierra de La Culebra y en la Sierra del Teleno. Miles y miles de hectáreas y de bienes comunes destruidos no solo por la acción infernal del fuego, sino también por las negligencias y desmanes de nuestros responsables políticos y administrativos en el mantenimiento de los servicios y equipamientos de proximidad. Infraestructuras como las comentadas y reivindicadas justamente son vitales para el territorio y sus gentes, y van más allá de sus costes e implantación física.

—León recibió una importante emigración de Portugal en la época álgida del sector minero. Hace un par de años cerró su consulado en la capital. ¿Es posible que pronto nos olvidemos de esa presencia portuguesa en León?

—Portugal tiene una tradición migratoria histórica, y en los momentos de mayor necesidad y pobreza del interior luso y la alta demanda de mano de obra en nuestras minas de carbón atrajo a varios miles de lusos y caboverdianos a partir de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Aunque la mayor parte ya dejó las cuencas mineras a finales del siglo XX y en la primera década del siglo XXI, algunas de sus huellas y presencia nos queda en los pueblos mineros. Afortunadamente algunos trabajos oportunos de nuestros colegas y amigos de la universidad de León como los de Lorenzo López Trigal nos muestran en testimonios escritos de estos hechos ligados a unos momentos de extracción máxima de nuestros recursos carboníferos, muchas veces sin escrúpulos medioambientales y sociales. La sociedad leonesa debería retener en la memoria del territorio y en su andadura futura la presencia de emigrantes de tierras próximas o lejanas en la vida de sus pueblos, sobre todo cuando en estos momentos la inmigración se presenta como una alternativa vital para superar la despoblación, el crecimiento natural tan negativo, o el envejecimiento total de las estructuras demográficas.

—Que León no tenga frontera con Porturgal, ¿impide una relación fluida?

—Creo que, con la mejora de las infraestructuras de comunicación con Portugal, las relaciones humanas y económicas serían más fluidas, pero el hecho de no tener frontera con el país vecino no impide unos contactos bastante activos y afectivos desde las tierras leonesas con Portugal, sobre todo con aquellos entornos que conservan huellas culturales, paisajes y géneros de vida asentados en condiciones geográficas e históricas análogas y comunes. Tras-os- Montes con Braganza como referencia urbana o la Tierra de Miranda con Miranda de Douro y el mirandés como menciones valiosas del patrimonio fronterizo son dos buenos ejemplos que conviene conocer en toda su complejidad territorial, comenzando por su hermosa y expresiva toponimia.

—¿Qué trascendencia tiene la idea del Hogar Ibérico en territorios ‘prósperos’ como el Levante español o la costa portuguesa?

—Contemplamos sobre todo un iberismo, y ahora también un transiberismo, con gran apoyo intelectual y cívico en algunos medios académicos y políticos, un iberismo popular y propio de los medios rayanos que vive con sensibilidad compartida los problemas en las áreas fronterizas, y un iberismo más lejano, pero de gran tradición periodística precisamente en el otro lado de la península, como el mantenido en el Levante y en Cataluña, en las páginas de La Vanguardía. Una idea menos visible y beligerante en los medios madrileños y provinciales, salvo algunas notables excepciones.

—Se habla mucho de la España Vaciada. ¿Se puede hablar de una Iberia Vaciada?

—Se podría hablar, aunque el término, a pesar de su éxito, me gusta muy poco, porque ofrece en el titular una mirada equívoca sobre la realidad y las potencialidades existentes en estos territorios, llenos de recursos estratégicos y de patrimonios naturales y culturales. Por otra parte, el interior portugués y fronterizo no está tan roto y abandonado como nuestras comarcas rayanas; su tejido demográfico y su vertebración territorial ofrece una cara más amable y equilibrada que nuestro lado; tendríamos que explicar estos matices a partir de diferencias administrativas y de políticas públicas determinantes a escalas de proximidad.

—El concurso de la Agencia Aeroespacial se vendió para potenciar la descentralización e impulsar zonas despobladas. ¿Qué opina de la elección de Sevilla?

—Bienvenida sea la descentralización de organismos que en Portugal ya impulsa el Gobierno actual de Antonio Costa, desde la capital de Lisboa hacia las pequeñas ciudades del interior fronterizo. Pienso que las dos ciudades elegidas para la localización de la Agencia Espacial Española con su futura sede en Sevilla, y la Agencia Española de Supervisión de Inteligencia Artificial que se ubicará en A Coruña, ofrecen ventajas territoriales y ambientales frente a la concentración y voracidad madrileña, pero no estamos ante verdaderas descentralizaciones en favor de las pequeñas ciudades medias y pequeñas del interior. Favorecemos así la configuración de megaciudades. La verdadera descentralización se realizó en los años 1980 con el Estado de las autonomías, y algunos procesos que se pensaban reequilibradores no han dado los resultados esperados como ocurre desafortunadamente en Castilla y León. Naturalmente Madrid acumula organismos y funciones desproporcionadas que lastran un equilibrio peninsular y una gestión inteligente de nuestros territorios, con recursos estratégicos claves para el futuro de nuestros países ibéricos.

—El libro ‘El Territorio de León, provincia, comarcas y ciudades’ del que es uno de los coordinadores, se ilustra una hoja de roble hundida en la nieve. ¿Es la imagen de una provincia demediada?

—Más bien la hoja de roble está recubierta por esa escarcha y congelación tan frecuente en nuestras tierras leonesas en tiempos invernales, otoñales y primaverales. Y recuerdo que el roble meso-xerófilo es la planta y árbol natural más abundante en nuestra provincia, un ejemplo de adaptación biogeográfica a condiciones de transición entre lo mediterráneo y lo atlántico; además resiste a los cambios de temperatura y sus hojas tardan en caer, o rebrota con energía tras incendios forestales o aprovechamientos abusivos como en tiempos de la autarquía y en el pasado; por ello hemos puesto esa hoja en la portada, como verdadero símbolo de resistencia, de fortaleza y de adaptación de nuestra provincia, de sus comarcas y de sus pueblos y ciudades a los tiempos difíciles que estamos viviendo; bien podríamos señalarlo como ejemplo de resiliencia de nuestros paisajes y del mundo rural. La hoja de roble ya marcescente y congelada nos invita a salir del letargo, y a una lectura apasionada de los territorios y paisajes de la provincia, sin victimismos, y comprometida con el aprovechamiento inteligente de los recursos tan valiosos que tenemos y con la construcción sensata de su futuro. La hoja de roble marchita y helada nos convoca a la resistencia y defensa de nuestros bienes comunes.

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