Diario de León

Un clan isidoriano para que la joya del románico se abra a León y gane amigos

- La ‘familia isidoriana’ está formada por medio centenar de miembros a los que hay que sumar voluntarios, asociaciones y cofradías vinculadas a la joya del románico con el peso de la historia de León.

El equipo, junto a la urna histórica en la que el cabildo vota sus decisiones. J. NOTARIO

El equipo, junto a la urna histórica en la que el cabildo vota sus decisiones. J. NOTARIO

León

Creado:

Actualizado:

Entre las paredes de uno de los principales monumentos de León, el más emblemático del arte románico de Europa, se afana un equipo formado por medio centenar de personas, miembros directos de «la familia isidoriana», un clan que arrastra a una legión de agregados con un objetivo claro: la apertura de la Colegiata de San Isidoro a la sociedad.

Esa es la «fuerte línea» de actuación del joven sacerdote leonés Luis García Gutiérrez, que a sus 48 años se convirtió en enero de este año en el abad de una casa de 10.000 metros cuadrados.

«Me gusta que la Colegiata esté presente en la vida de León. Abrirla al que pida una presencia, a las administraciones públicas y a la sociedad en general. Quiero que San Isidoro siga reluciendo en el contexto de la vida cultural, y entre mis objetivos está revitalizar la cátedra de San Isidoro, como un exponente de la vida cultural de León, un lugar abierto».

Para mantener ese objetivo, Luis García se apoya en un equipo que hace posible el mantenimiento —toda actuación sobre el edificio tiene que tener el visto bueno de Patrimonio— y el buen funcionamiento de todas las actividades que se ofrecen en un emblemático espacio que guarda todo el peso de la historia de León.

Los miembros de este equipo y los que le han precedido han logrado multiplicar el perfil de amigos de este entorno que fue escenario del primer parlamento del mundo. «Hace apenas diez años, la mayoría de los visitantes eran nacionales. Ahora hay muchos italianos, franceses, ingleses, alemanes, portugueses y australianos. De España llegan muchos madrileños y vascos, que aprovechan el AVE, y también vienen muchos hispanoamericanos y norteamericanos».

En la sala capitular, donde se reúnen los siete canónigos que forman el cabildo, y con uno de los ‘votódromos’ más antiguos de la ciudad sobre la mesa, el abad posa con el equipo que trabaja con él en la sombra. Alberto Martínez, director del hotel, Raquel Jaen, encargada del museo, Juan Jesús Fernández, asistente capitular, la mano derecha que representa al abad en su ausencia, y Julio Arias Carro, encargado de la sacristía. A este equipo hay que sumar el resto de la ‘familia isidoriana’ con el cabildo al completo, asociaciones y cofradías «que son un motor importante» como Apostolado de la Oración, Guardia y Oración,  Adoración Nocturna (masculina y femenina), Coral Isidoriana, Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro y Cofradía de Nuestro Padre Jesús Sacramentado y María Santísima de la Piedad amparo de los leoneses. «Al frente de cada una de ellas hay un canónigo consiliario o capellán que atiende espiritualmente»

El trabajo

«El abad madruga poco y se acuesta muy tarde», dice Luis García Gutiérrez pese a que a las ocho y media de la mañana ya está en activo. «¡Es que hay canónigos que ya están en la mesa a las siete de la mañana!», dice para comparar.

Además de abad es vicario general, cargo que desempeña todas las mañanas en el Obispado. «Represento al obispo en los consejos y reuniones, recibo a los sacerdotes. El vicario está donde no llega el obispo». Después se traslada a la Colegiata, donde vive y come todos los días y, después de la siesta,— «a un canónigo no puedes quitarle la siesta», dice con sorna— visita el museo y despacha todos los días con su encargada, Raquel Jaen. «Hay muchas cosas que atender en la Colegiada».  

En esa mesa de la sala capitular se reúne el cabildo una vez al mes a las cinco de la tarde para tomar las decisiones importantes e informar de las incidencias. Administración, solicitudes, presupuestos... «ahora vamos a actualizar la seguridad de la Basílica».

Raquel Jaen trabaja al frente del museo «que está en una etapa de crecimiento». A su cargo está la organización de las exposiciones, la administración, el pago de las nóminas de las nueve trabajadores, las facturas, la prevención de riesgo y todo el calendario de actividades.

«El Panteón Real y el Cáliz de doña Urraca es lo que más llama la atención», asegura. «Se ha invertido mucho en rehabilitar espacios. como la cámara de doña Sancha y la museografía  que se acabará en el mes de abril. La intención es poner en valor los distintos espacios con sus diferentes discursos religioso, histórico y cultural». Todo con bajo presupuesto.

«Las traducciones a distintos idiomas las hemos hecho el personal del museo. Tenemos mucha suerte con los miembros del equipo, que son capaces de sacar adelante el museo con un presupuesto muy bajo. Para poder crecer hemos realizado un trabajo propio si necesidad de contratar a empresas externas. Es un trabajo más casero».

Alberto Martínez lleva once años al frente del hotel. «La hostelería requiere que estés pendiente las 24 horas los 365 días del año». Martínez gestiona a un equipo de 36 personas «fieles y motivados, que se ha triplicado en diez años». «Es difícil competir con el sector de la hostelería del entorno. Quien elige el hotel de la Colegiata busca un trato acorde con el espacio. Queremos que sea para todo León, con menús del día o cenas concierto. Tenemos 40 habitaciones con una ocupación media del 90%. En nuestros salones se organizan congresos, sobre todo médicos, y ofrecemos historia, gastronomía y cultura».

Cambios

El abad recuerda los inicios del hotel. «Ahora está gestionado por el grupo Aramark, pero cuando lo abrimos lo gestionaba el cabildo». Jesús Fernández asegura que hacían turnos para atender la recepción. «De cura de La Robla a director de hotel», recuerda Fernández de esos primeros años. «Enseguida nos dimos cuenta de que había que profesionalizar el servicio. Se concibió como una empresa familiar, como una casa de espiritualidad, pero un edificio de este tipo no era sostenible sólo para retiros. Cuando hay ejercicios espirituales se bloquea el hotel». 

El objetivo es no desviarse de la política de gestión emprendida hasta ahora. «Todos los trabajadores son excepcionales y todas las áreas trabajan en coordinación para que todo funcione», dice el director.

En la casa viven diez sacerdotes, entre ellos el anterior obispo de León, Julián López.

Juan Jesús Fernández Corral es el segundo del abad. Además, es párroco de quince pueblos en La Robla. «Hace doce años sólo tenía la pastoral de los pueblos. En la Colegiata entras en una dinámica espiritual diferente, lugares concretos para la celebración eucarística, asociaciones que apoyan. En las iglesias de los pueblos también tengo goteras, pero aquí enseguida se pone remedio».

Julio Arias es sacristán desde hace un año. «Mi trabajo consiste en que los canónigos lo tengan más fácil. Sabemos donde estamos y procuramos tenerlo todo preparado para que no haya problemas. Julio es la persona más visible para los fieles. Es el primero con el que contactan las personas que entran a la Basílica.

«Llegan personas con peticiones diferentes, como agua bendita, por ejemplo, o que se les bendiga un rosario. Más de una vez he tenido que ir a por agua y llamar a un canónigo para que la bendiga con urgencia. Si están en la casa lo hacen con gusto. Bajan a confesar fuera del horario si alguien lo solicita. La Basílica se abre desde las diez de la mañana hasta las nueve de la noche. Media hora antes de la eucarístía se abren los confesionarios, siempre hay gente esperando». El abad interviene. «Que no esté nunca cerrado y que siempre esté abierto para el que quiera buscar encuentre un lugar».

tracking