Diario de León

La crisis climática también frena la infancia

Mil millones de niños y niñas viven en países en riesgo extremo del impacto a causa del cambio climático

Performance de activistas en la COP28 en Dubai. ALI HAIDER

Performance de activistas en la COP28 en Dubai. ALI HAIDER

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Cuando el pronóstico meteorológico anuncia una tormenta o inundación la escuela lo notifica a sus estudiantes y luego envía un mensaje a los padres. La escuela anuncia su cierre», explica Kim, adolescente vietnamita de 16 años. Es un relato que suena lejano, concretamente a 11.000 kilómetros de España, que es la distancia que separa las capitales de ambos países. Pero también se escuchan en español. «Tengo amigos en Murcia, por ejemplo, que les han llegado a cancelar clases debido al calor extremo y eso al final está impactando en nuestra educación de una forma u otra», explica Lucía, también de 16 años.

El Gobierno de Canarias suspendió este año dos días las clases por las altas temperaturas que se vivieron en el archipiélago en pleno mes de diciembre. El año pasado las vacaciones veraniegas llegaron antes para alumnos de otras comunidades autónomas. «Mil millones de niños y niñas viven en países donde están en riesgo extremo del impacto del cambio climático», señala Silvia Casanovas, responsable de políticas locales y participación de Unicef España. «Pero es muy diferente una niña de Chad que mis hijas, que un día de calor extremo se quedan en casa y no pasa nada», apunta Vicente Raimundo, director de Cooperación Internacional y Acción Humanitaria de Save the Children España.

Ir a la escuela para estos jóvenes, sobre todo las niñas, no solo es formación y educación, también es un refugio. «Muchas niñas vienen corriendo a la escuela huyendo de sus progenitores porque las quieren casar», relató Mary Grace Kakyo, profesora en un campo de refugiados en Uganda, a este periódico hace unos meses.

Dos de cada tres matrimonios forzados de niñas tienen lugar en las regiones con un alto riesgo climático, como Sudán del sur, Burkina Faso, Etiopía, Bangladesh, Mali o Malaui, según datos de Save the Children recogidos en el Informe mundial sobre la infancia 2023. Solo en Etiopía, en el África Oriental, donde la crisis climática está representada por la sequía y la falta de alimentos, las tasas de matrimonio infantil aumentaron un 119% en 2022 en comparación con 2021. En Bangladesh está comprobado que el impacto de las olas de calor duplica las probabilidades de que las niñas de entre 11 y 14?años contraigan matrimonio al año siguiente. «Es una alteración tremenda de sus vidas, además de ponerlas en riesgo», advierte Raimundo. Estas niñas, que viven en países con los más altos niveles de matrimonio infantil y riesgo climático, se enfrentan, a su vez, a lo peor de la crisis alimentaria actual. «Como joven agricultora sé lo que es que se pierdan nuestras cosechas. He tenido que faltar a clase y a veces no puedo comer porque nuestros productos se echan a perder debido al mal tiempo», advierte Reyna, una joven filipina de 16 años.

El de Reyna no es un caso aislado, porque son ellas las primeras en abandonar las aulas si la familia no tiene dinero para costear la matrícula. «Hay 2,5% más de posibilidades de que una niña deje el colegio respecto a un niño», denuncia Carolina Bonache, experta en cambio climático de Plan International España.

Debido a los sesgos de género y a la pobreza, las niñas se ven obligadas a asumir responsabilidades domésticas y a buscar trabajo fuera de casa. «Ellas se encargan de proporcionar los recursos naturales. A causa del cambio climático, estos son más escasos y más lejanos», explica Bonache. «El camino para buscar agua o leña es más largo y son más vulnerables», añade.

A pesar de ser uno de los colectivos más afectados por la crisis climática, los compromisos de financiación para hacer frente al cambio climático no benefician a los niños y niñas. Según el informe de la coalición Iniciativa por los Derechos Medioambientales de la Infancia (CERI), solo el 2,4% de los principales fondos mundiales para el clima se destinan a los menores «A los niños hay que escucharnos y enseñarnos a cuidar y proteger el medio ambiente y para eso tenemos que ver a los adultos haciendo lo que quieren que aprendamos, porque se aprende viendo», remacha una burundana de 12 años. Ahora, en Dubái, los más pequeños toman la voz para ser escuchados en las salas donde se toman las decisiones.

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