Diario de León

Predicar y dar trigo

El obispo leonés Nicolás Castellanos ejemplifica la enseñanza cristiana del «amor por los pobres» con el proyecto Hombres Nuevos que lidera en la ciudad boliviana de Santa Cruz

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Raúl Cortés - santa cruz | bolivia
León

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Las polvorientas calles del barrio Plan 3000, en la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra, contemplan día a día la exitosa labor del obispo leonés y español Nicolás Castellanos en la formación de «Hombres Nuevos». Este es el nombre del proyecto que lidera el religioso desde hace más de una década, para llevar una luz de esperanza a miles de personas en esta barriada marginal de la localidad boliviana. «El 60 por ciento de la población vive en la pobreza y el 40 en la miseria», dijo el religioso, de 68 años, quien en 1991 abandonó un obispado en una diócesis española para dedicarse en cuerpo y alma a los más necesitados. El obispo leonés justifica esa decisión por su determinación de «seguir a Jesús en su amor preferencial por los pobres», al tiempo que no esconde su afinidad con la Teología de la Liberación. Desde que llegó al barrio, el prelado ha levantado colegios, casas e iglesias, además de construir instalaciones deportivas y centros culturales, entre otras muchas obras. Una labor con un objetivo claro, que el religioso repite insistentemente: «elevar la calidad de vida» de los 200.000 habitantes de la barriada. El origen del Plan 3.000 se remonta a 1983, cuando en Santa Cruz de la Sierra se desbordó el río Pirai, como consecuencia de intensas precipitaciones, que causaron cientos de muertos y millares de damnificados. El gobierno municipal realojó a los afectados en una área situada a 12 kilómetros al suroeste de la ciudad, que fue bautizada como Plan 3000, por el número aproximado de familias que perdieron sus casas en la catástrofe. Castellanos recuerda que, pese a que «ya había viajado mucho por Latinoamérica», cuando llegó al lugar -sin alcantarillado y con un alumbrado público escaso-, tuvo una impresión muy fuerte. «Meterme en una realidad como ésa, con una pobreza severa, dura y muy injusta, me golpeó fuertemente, pero me alentó a luchar», confesó. Con un espíritu alegre y activo, acorde con la velocidad que imprime a su locución, y una voluntad a prueba de fuego, reflejada en su resuelta mirada, Castellanos asegura que la finalidad última de su misión es «elevar la autoestima» de sus vecinos, con quienes comparte, además de ilusiones, un mismo estilo de vida. «La gente, si se valora, es capaz de superarse», dice el leonés, quien reside, junto con varios voluntarios, en una casa como la de todos los habitantes del barrio.

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