Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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NO estaba muerto. El más grande superespía de los años setenta y ochenta Francisco Paesa, que primero trabajó con Franco, luego para Martín Villa y, por último, para Felipe González oficialmente las había diñado en Bangkok tras prestar su último servicio entregando en los noventa a Roldán, pero no el dinero, en el aeropuerto de Tailandia: se pudo recuperar la gabardina del famoso ex director de la Guardia Civil, aunque no las maletas, en las que viajaban por medio mundo unos dos mil millones de las desaparecidas pesetas. El equipaje sigue oficialmente extraviado y la única explicación, según Roldán y Paesa, es que éstas son las cosas que suelen pasar cuando se viaja con Iberia. Servidor debe admitir que siente una irreprimible debilidad por Paesa, incluso en lo profesional. Hasta que llegó él mi padre solía decirme, por aquello de que dejara la profesión, que las únicas noticias ciertas por las que merece la pena comprar el periódico son las esquelas. Pues bien, la de Paesa apareció en El País, convocando nada menos que a treinta misas gregorianas para cualquiera que quisiera rezar por la salvación de su compungida alma y los muchos pecados que iba a purgar en el purgatorio, dado que no ho había hecho antes en la cárcel. Dice ahora mi padre que la única verdad del periódico es la fecha y, con suerte, el número del cupón de la Once. Uno añadiría que tampoco siempre por aquello de las erratas. Seguramente a quienes no hayan cumplido los cuarenta estas cosas les parecerán un rollo , pero a los que pasamos ya de la cincuentena nos rejuvenece y no vea usted cómo: se pasan los días pensando en la prejubilación, llegar a abuelo y, al final, descansar en paz, pero resucita Paesa como una rosa después de diez años, más vivillo que nunca y, según dicen, trabajando en horas libres para los servicios secretos de Francia y Suiza. Aseguran igualmente que dinero es lo que le sobra desde que trincó el de Roldán y, de paso, otros trescientos millones de fondos reservados cuando el Gobierno de González y el ex ministro del Interior, Belloch. Así es imposible pasar a mejor vida, por mucho que lo canten los curas. ¿En qué puede afectar la resurrección de Paesa al actual presidente Zapatero, que tiene más de cuarenta tacos , pero aún no ha pasado el sarampión político de los cincuenta? Pues, hombre, ni fu ni fa si no fuera porque Roldán ya sólo va a dormir a la cárcel sin haber devuelto el dinero, Vera pide un indulto por lo mismo sin ni siquiera entrar, y de los cafelitos a comisión que se tomó Juan Guerra, más o menos por la misma época, tampoco se ha dignado corresponder al país con otra ronda de su bolsillo. Es verdad que por entonces Zapatero no mandaba nada, y la prueba es cómo arrasó el PSOE las minas, los campos y las carreteras de León en favor de la Expo de Sevilla o las olimpiadas catalanas, pero ya estaba en el Parlamento, aunque no parlara nada, como diputado en prácticas. Me dice también conmiserativamente mi hija que deje estos rollos porque hace ya tres semanas que pasó el Halloween, o noche de las brujas yankis, y que los fantasmas del pasado no existen. Puede que tenga razón, pero, coño, hay que ver la cantidad de ellos que resucitan este invierno. Y, como es ya casi diciembre, van todos forrados: Roldán con su gabardina tailandesa en un aeropuerto tropical arrebufado en las solapas con 40 grados a la sombra (aquí sólo se han caído seis años y un día a la sombra) y Paesa, que encima fuma, según las fotos publicadas estos días en la prensa, perfectamente recuperado del deceso, del coma y quién sabe si también preparando el próximo punto y coma. Dicen también los periódicos que Paesa ha vuelto a esfumarse de Luxemburgo y vaga otra vez por ahí en compañía de quién sabe qué otros fantasmas del pasado, los cuales pueden ser cualquiera menos la Santa Compaña. Hay que reconocer que el difundo redivivo siempre fue un tipo con muchos recursos -vive como los ángeles- y no pocos amigos, aunque ninguno recomendable: por ejemplo, el ex dictador guineano Macías o la viuda indonesia Sukarno. Convendría que el ministro del Interior, señor Alonso, le siguiera la pista, pero no en plan cazafantasmas, lo que sería de risa, sino para recuperar el botín. Seguramente Zapatero quiera echar tierra sobre estos y otros muertos de épocas pasadas, que ahora le caen encima. Halloweens aparte con Buhs, lo que le pasa al Gobierno es que los muertos de su partido están aún recién fríos y hasta se podría decir, como Don Juan Tenorio, que «gozan de buena salud». Eso sí, después de la juerga de Paesa, el que «no estaba muerto/que estaba de parranda», puede contratar de superespía a Rascayú.

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