Diario de León

CORNADA DE LOBO

Larvas de tirano

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RACISMOS hay de acción, de omisión y de vuelta y media. Lo que ocurrió en un fondo sur con cabestros esvásticos es racismo de vozarrón gamado y desprecio imbécil. No es necesariamente el peor. Ignorar al otro porque es pinto o es de lejos se antoja aun más racista que el grito vociferado, así que todos somos racistas, menos los ingleses, todos alimentamos recelos en el adentro y silencio cómplice en el afuera, menos los ingleses, todos preferimos a nuestra raza antes que a cualquier otra, menos los ingleses, sir, yes, sir, y es lógico que entre británicos se hayan roto la camisa de puro escándalo viendo al Bernabéu burear la negrura de la piel y teniendo a los españoles como residuo indisimulado de viejos colonialismos, vestidos todos de negreros en barco esclavista, recordados como mataindios latentes, sociedad incivil y arrogante. El racismo de esos oligrofénicos de estadio es incontestable y nos mancha. Ahora tocará, pues, el desagravio, las declaraciones oficiales, las estimaciones, han sido unos pocos, dirán, porcentaje despreciable aunque lamentable, la sociedad española repudia estos actos, se ensayarán disculpas internacionales exigidas y se harán todas esas cosas que suenan a cuerno soplado con el culo. Porque mira a ese bestia del fondo sur que reparte odios con boca de hacha; ciertamente es culpable por berrar sus tirrias alardeando de actitudes que pueden pasar muy fácilmente del insulto gritado a la garrota de linchar. Ese chaval es criminal confeso de su racismo. Las imágenes no mienten. Su padre, que parece gente de respeto y se sienta en tribuna, no fue visto en la asonada de graderío; en tribuna no ocurren estas cosas. La corrección política manda allí, pero en su casa, a la hora de comer, dice lo mismo, maldice viendo inmigrantes en las noticias, se caga en su puta raza y pide que le pasen la sal. Los españoles no somos racistas... hasta que toca serlo, que es cuando aparece el otro, el ajeno a cosa nuestra, el que llega buscando pan o vida. Esgrimimos entonces nuestro viejo lema: «A donde no te llaman, ¿qué coños te querrán?». Puerta, camino y mondeño, les decimos. Y si veo a la nena tontear con un negro o un sudaca, le parto la cara. La hipocresía inglesa tiene su guantazo, pero es que esos abencerrajes de grada y grito son también larvas de tirano y esclavista.

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