Diario de León

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UNIDA, no; reunida, dígase. La nombrada izquierda española fue este fin de semana un buen totum revolutum, un miniestadio de grada cabreada con un fondo sur levantisco que gritó ¡tongo, fuera! El comunismo que alienta en sus orígenes nació sobre un concepto de internacionalismo porque entre parias y obreros no hay fronteras que les distingan en su explotación. Gran mentira. Los comunismos, para perplejidad de propios y celebración de extraños, derrotaron después por el cantonalismo ciñéndose cada cual su frontera y, así, se consignaron abismos entre comunistas soviéticos, franceses de la gauche divine, rumanos o albaneses de caudillo dictador, bolivianos guevaristas, cubano numantino, eurocomunismo con vida de mariposa o comunistas de Casa Benito que a base de vino de Benzolve hacían exégesis de estrago y mucha paja mental llamando al Kremlin «nuestra bandera» y al dirigente Suslov camarada (alguno, además, era papón). El viejo y soñado internacionalismo fue cosa escrita en el agua y su verdad política se dedicó a vallar corrales o inventar patios propios; el peor enemigo de unos obreros de astillero acabó siendo el sindicato hermano de otro astillero del país vecino que hacía competencia en pecios y contratos. Desde que Carrillo reinventó en España un eurocomunismo diseñado en Italia como un traje armani, los comunistas taparon nombre y se plantaron en la palestra de la torta electoral con un emparedado de siglas, corrientes y movimientos buscando conciliar fuerzas progresistas que no se hubieran aburguesado tanto como los sociatas de lacostes y convolutos. Sobre el papel, prometía. Sobre el escaño, fue gallinero ya desde tiempos de Follardo Iglesias. Aquello se ha venido a quedar en esta «Izquierda Reunida Geyper», la maravillosa caja de todos los juegos y alternativas que para todo vale y a pocos arregla. El viejo seminarista de Valderas, el mansillés Llamazares, dicen que ahora quiere seguir lijando la herencia comunista que embadurna la coalición encrespando a sus adversarios de casa y vistiéndose de ecologista-funambulista transversal según aconseja el marketing del voto. Fue algo robameriendas Gaspar en este último congreso, según sus pares. Y dicen que así se consagra la desintegración galopante; «vamos reunidos, pero de culo, o sea, revueltos».

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