Diario de León

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HOY toca Ciencias. Qué peñasco. No reburdien y pongan atención, caballeretes (decía así un cátedro de Oviedo y sonaba a suspenso). De árboles va. Las hojas son los ojos de los árboles; luego los árboles ven (pero no se ponga pava, señorita, que en usted no se fijan). Las hojas, al nacer, escudriñan, estudian de dónde les viene la mayor ducha de luz y van creciendo orientadas exactamente a ese punto. La hoja informa de ello al árbol al instante. Entonces, alguien que está allí dentro del tronco, decide si hacerle caso a ella o otra hoja del lado opuesto que le dice que por ese derrotero hay más claridad, en cuyo caso el árbol orientará todo su cuerpo hacia ese foco. Sólo le está permitido ir en esa dirección. No puede tomarse el capricho, en ejercicio de su libertad, de averiguar si creciendo hacia otro lado le iría mejor. Nada de ensayos. Está condenado. No puede salirse de la ley, ni moverse, ni vivir en la costa o de pensión. Una lástima. O no. Me fascina lo vegetal. Es el mundo más antiguo, la vida más resabiada. Es la gente viva más aprendida y escarmentada. Los organismos superiores llegamos antesdeayer al planeta. Los vegetales son más viejos y más numerosos en especie y variedad que todo el reino animal, así que poder escuchar la información que recorre sus ramas nos sería de alguna utilidad para gobernar algunas locura de la especie humana, la única que se permite elegir lo malo cada vez que le dan a escoger entre lo bueno y lo mejor. El árbol, sin embargo, elige siempre lo óptimo. Los árboles no hablan, no chingan. (ellos se lo pierden, aunque quién sabe). Sólo pueden amarse de lejos mandándose por el aire besos de polen. Los árboles se resignan al lugar que les tocó y lo aprovechan; y si caen en buen sitio, propenden a exagerar; tienen ese mandato, la exageración. Los árboles no buscan casa o piso; lo son. No tienen coche ni van al trabajo. Como no tienen jornales, no necesitan bancos ni créditos hipotecarios. Jamás discuten entre ellos sobre dónde ir de vacaciones y no necesitan lavarse las raíces después de cenar. Los árboles, en fin, tienen alguna lección interesante y respuestas medicinales para el alma que sólo alcanzan a conocer los que saben preguntarse a sí mismos, porque en no pocos aspectos también nosotros somos árboles.

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