Diario de León
Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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OH, DIOSES PODEROSOS!, que reinais así en la tierra como en el cielo. Concedednos la porción de felicidad que necesitamos y acabad con el estruendo pavoroso que nos impide escuchar la música inefable del viento y la confidencia íntima de las aguas del arroyo claro, fuente serena. Porque el mundo se muere sin remedio si vosotros, ¡oh dioses!, no permitís que las madres puedan parir hijos para la vida y que en las líricas arboledas se aposenten las aves de vivos colores. Rendid, por los privilegios que concede el poder, a los portadores de la antorcha de las agonías y a los sacerdotes de la espada. En lugar de fabulosos metales para el armamento de los despavoridos, inspirad plantaciones de harina. Desterrad de vuestros estados, dioses misericordiosos, el espíritu de la oscura aventura de la muerte y cerrad las puertas a las legiones negras de la especulación, de los fraudulentos y de los perversos. Que la igualdad de la paz se extienda por todos el mundo de la negritud y de la explotación. Conseguid, dioses magnánimos, que los pobres sean menos pobres y los miserables menos ricos. Haced que la justicia no parezca una celestina turbadora y que el juez sea menos transigente con los unos y más severo con los otros, porque la justicia es igual para todos, sin alegaciones tramposas, o no es justicia para nadie. Que la verdad, ¡oh divinos!, ni se compre ni se corrompa, por dádivas o por influencias. Ya sé que estas plegarias se han repetido a vuestras plantas pero no es menos evidente que no habeis prestado la debida atención en todos los casos y circunstancias. Quizá por esa vuestra permisibilidad el mundo se esté convirtiendo en una procesión dolorosa de corruptos, de putrefactos, de alevosos. Y de desamparados. Y una de dos, ¡oh dioses!: o reconstruis vuestros mandamientos e implantais la ley de la legitimidad de los derechos humanos, o llegará el tiempo desolador en el cual no se confíe ni en vosotros. Pensad, pues, que si esto sucediera, el imperio de la verdad, de la justicia y de la razón se desvanecería y vosotros, ¡oh dioses!, acabaríais muertos y sepultados. Que ya lo anunció el poeta, José Ángel Valente, cuando dejó escrito: «Borrarse. Sólo en la ausencia de todo signo se posa el dios».

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