Diario de León

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HASTA las orillas de alcaldías, delegaciones, juntas, despachazos y traficaderos de este untamiento nacional, llegó estos días una marea de regalos, cestos de botellas, cestas de víveres pijos o caros, cestitos con plumas de oro en chapa, loterías, más botellas, jamones y paté de pató, carricoches de pijadinas... Los regalos más comprometidos no llegan a los despachos, se dirigen al portal particular, al secreto domiciliar, pero muchos se empantanan en las puertas de cargos y autoridades porque quien los envía busca que quede constancia de su generosidad y de su quehaydelomío . Los regalos a cargos públicos deberían prohibirse. En una cultura democrática mínima, repugnan: son sospecha o ensayo de cohecho. Aquí, empero, encantan, Todo lo que engrasa viene bien para el rodaje. Los atropan todos. Quienes ocupan esa alcaldía o ese puesto no saben distinguir -o no quieren- qué regalos estarían destinados al cargo y cuales a la persona. No hay problema, se dicen, «el Estado soy yo», y hablan de «mi» ayuntamiento, «mis» concejales con un sentido patrimonial sobre lo público que les delata, nos roba y nos avergüenza. Siempre pensé que lo único decente sería juntar toda esa carrada de regalos y repartirlos o sortearlos entre el personal, que entre otras cosas es el que ha de trabajarse ese favor que después cobra el alcalde o el carguín. Que la derechona zampe y engulla está en su guión histórico, así que no se les espera este detalle de mancomunar, pero tampoco he visto este gesto de mínima vergüenza en la izquierdina. Seguramente habrá excepciones, pero para confirmar la norma. Y también las habrá entre la cacicada conservadora a la que gusta adornarse de algún tic paternalista para pillar deuda o voto. Pero la norma es atropar, acaparar... y hasta almacenar. Conocí un consejero de la Junta -rojete el tío- que en una habitación de su casa acumulaba presentes enviados a su despacho por denominaciones de origen o proveedores, productos típicos de la región, quesos, chorizamen, patanegras... incluso leche en tetrabriks guardaba allí. Si la visita era de confianza les brindaba a que cogieran algo (o se le pudría; gracias, jefe; qué gran pájaro). Es como si nunca hubieran comido o recibido regalos (que también sobran casos; y de ahí su incontenible voracidad).

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