Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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HACE TANTO FRÍO o más estas navidades del 2007 que cuando se montó el primer belén allá por el año cero antes de que se decretara el cambio climático, así que no debe ser para tanto porque todo sigue igual. Esto es muy de agradecer entre quienes vamos para viejos y somos animales de costumbres: el reuma en invierno, las cigüeñas dentro de poco por San Blas y la paga extra anteayer a mayor gloria del pescadero y del carnicero de la esquina. Al primero la pantalla digital de la máquina registradora se le agranda estas fechas cual ojo de besugo y al segundo no vea usted cómo le engorda el cordero justo cuando se hielan los pastos. Aunque les parezca una incongruencia a las nuevas generaciones, siempre ha sido así y, si no, el año que viene nos vemos. Desde Herodes Antipas hasta el virreinato de Zapatero, es cierto, no obstante, que han cambiado algunas cosas. Por ejemplo uno no acaba de interiorizar el euro y en eso está de acuerdo con Solbes, por ejemplo ayer mismo en el soniquete de la lotería de los niños de San Ildefonso. No sonaba igual la cantinela de antaño con el número equis del gordo rematado con un «quinientooos millooones de peseeetas» que ahora con «treees millones de euros» a secas. No hay color. Al cambio los premios serán lo mismo, pero perdone el ministro que los más tengamos que sacar la calculadora, aun si toca, entre otras cosas porque el décimo también ha subido de dos mil pesetinas a veinte euros, total un ochenta y tantos por ciento de propina para Hacienda. Como se venía diciendo, quitando algunos pequeños detalles más, como el juguete de los Reyes Magos, que ahora se llama cheque bebé y se lo trae el Gobierno a los papás -hasta los niños de teta saben ya que Melchor, Gaspar y Baltasar no existen, pero juguetes para todo dios, Gobierno de España- lo demás sigue este año en su sitio: cada vez más obreros en el paro, el turrón a precios imposibles de hincarle el diente, la mula y el buey rumiando la crisis ganadera de la PAC y los santos inocentes que van a nacer esperando otra ley del aborto que probablemente hará añorar a Herodes. A mayores ha dicho el señor Puxeu, que viene a ser algo así como el rabadán del Ministerio de Agricultura, cuando falta la pastora ministra Espinosa, coño qué nombre, este año no se libran ni los conejos. De pequeño y por estas mismas fechas se me pegaba la nariz a dos clases de cristales: a los de casa, calculando los carámbanos de fuera y si podía nevar y helar todavía más, y, ya en la calle, al escaparate de la tienda de Perico, de La Bañeza, donde se exponían juguetes imposibles de alcanzar. Con parecido asombro y ya de mayor paso estas navidades con la nariz pegada a las promesas electorales de Zapatero y Mariano, igualmente intangibles, y olfateando las encuestas, pero tampoco huelo nada. A mi señor padre, con lo grandón que es, le viene a pasar lo mismo. Y es lo que le dije yo el otro día, «macho, parece mentira que todavía creas en los Reyes Magos». El que más y el que menos va a celebrar mañana la Nochebuena con cuñados y cuñadas impertérritos y para los que nunca pasan los años mientras el abuelo cuenta lo de Brunete, la batalla del Ebro y la abuela le da indefectiblemente la razón, al margen de la orilla ideológica en que cada familia estuviera parapetada cuando aquella infame guerra incivil. Puede que sea la única forma de cuadrar en España la memoria histórica con el espíritu navideño. Llegados hasta aquí y perdóneseme la confidencia, este año tendremos que excusar en casa la asistencia de mi madre Mónica, que ya no está con nosotros. Es de imaginar que no somos los únicos a los que les pasan estas cosas, así que no todo seguirá igual. O casi: la tradición es la tradición y en todos los hogares manda el padre, pero se hace lo que dice la madre. Nosotros este año no vamos a ser menos, como solía decir la mía. El único problema de la era Zapatero será a la hora de brindar, ya ahogados en champán, con el famoso villancico «Pero mira cómo beben/los peces en el río...», porque con la nueva ley de la SGAE tendríamos que pagar derechos de autor a vaya usted a saber quién desde tiempo inmemorial con afectos retroactivos. Se me ocurre que lo mejor es liarnos la manta a la cabeza, apagar el tocadistos tocagüevos , al que ahora llaman emepetrés, y darle a la zambomba directamente, con más o menos ritmo, eso es lo de menos porque en casa siempre hemos sido así, menos cierto hermano mío que afeita un huevo en el aire. En plan pirata, para entendernos. A la hora de cantar en la familia somos todos unos mantas desafinando, así que este año será el top-manta del pentagrama. Por eso le llaman a la de mañana la misa del gallo, a eso de las tantas.

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