Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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LAS AVENTURAS del párroco don Camilo y del alcalde rojo Peppone dieron fama merecida al escritor italiano Giovanni Guareschi en la posguerra europea, cuando se compensaba el hambre con el ingenio sin que pueda precisarse todavía de cuál había más excedentes. Todos los tópicos de la época están retratados allí, cuatro décadas antes del papa polaco Wotjtyla y de la caída del muro de Berlín. Al secretario de Organización del PSOE, Pepiño Blanco, le convendría leer a Guareschi para hacerse una cultura y refrescar la memoria histórica. A ochenta años de la infausta guerra incivil española, se dice pronto, estamos resucitando posguerras y miserias de puro nintendo para tres generaciones después con fastos de muertos por las cunetas y frailes y monjas beatificados que no vienen a cuento de nada ni de nadie. Hay que ser idiota -o muy cabrón- para ajustar cuentas a estas alturas de la historia, cuando los españoles nos hemos remezclado entre vencedores y vencidas de los dos bandos mejor, peor o del revés. Si las feministas de Ana Belén se cabrean por el símil, servidor está dispuesto a ponerse debajo. Me ha dicho Zapatero que en tocante a estas cuestiones nada de machismos, sino mucho talante. Así que desde ayer soy un facilón, a ver si hay suerte. Fáciles no están precisamente las relaciones entre la Iglesia y el Estado en pleno siglo XXI con los obispos y el Gobierno arreándose estopa a cuenta de leyes que, en realidad, a la gente le interesan ni fu ni fa. ¿Qué alguien quiere separarse a toda velocidad de la parienta con el divorcio exprés? Que coja el AVE. ¿Que a otro no le mola la asignatura de educación para la ciudadanía? Que le regale al nene el libro gordo de Petete. ¿Que está en contra del aborto? Pues que adopte a una camada de chinos. Hace tiempo que no funcionan los viejos tópicos de la izquierda, a los que algunos nos apuntamos veinteañeros tarde y mal. Como diría el Papa Ratzinger, incluso lo del amor libre en los países comunistas era un timo y cada cual se las apañaba también allí como podía y a lo clásico, o sea chico-chica después de medirse un tiempo las distancias. En cierto sentido nuestro ideal de nacionalizar los mozos y las mozas en un reparto equitativo fue para nosotros, los feos, un espejismo de juventud. Llegados a la madurez y después de apostar porque la izquierda era más rápida de bragueta hemos topado con Sarkozy. Todas estas pajas mentales, con perdón del señor obispo, serían tonterías, si no fuera porque desde el Gobierno se las pretende convertir en el eje de la precampaña y campaña electoral en una polémica artificial a lo don Camilo y Peppone. Es el caso de Pepiño Blanco con el cardenal Rouco, versus Zapatero con los obispos, por ver si el país se olvida de cosas más importantes. In illo tempore los párrocos mandaban la hostia, con permiso de monseñor, pero hoy día sólo se les requiere para temas menores, como los últimos auxilios espirituales, lo mismo que le pasa al Cuerpo General de Policía y la Guardia Civil después de las treguas de ETA. Su eminencia reverandísima y su ilustrísima el subdelegado del Gobierno tienen en común, mal que les pese, una tropa envejecida cuya edad media sobrepasa, mal que les pese, los 54 tacos. Para perseguir a pecadores y delincuentes deberían apoyarse, qué remedio. Volviendo a las tonterías que se oyen y leen estos días sobre el conflicto entre la Iglesia y el Gobierno, esto parece la guerra medieval de güelfos y gibelinos, partidarios, respectivamente, del Papa y del Emperador, si no fuera porque da risa o ganas de reír por no llorar. La bobada más sublime ha sido el reto de Pepiño a Roma preguntando cuál es su modelo de familia: coño, macho, pregúntale a tu madre, si no, no estarías aquí. Uno no sabría decir por qué, pero le da la impresión de que esto puede dar mucho juego todavía. A Zapatero lo conozco desde pequeño y baste decir que lo que opino de él no es prudente pregonarlo. Respecto a Rouco, sólo he leído el retrado de un colegui, ácrata y nada propenso a retoques, que cuando ascendieron al primero de arzobispo de Santiago a cardenal de Madrid escribió algo así como «llamé una vez a Rouco a las tantas, bastante perjudicado de libar, y después de algunas blasfemias se cortó la comunicación». A la mañana siguiente se repuso con otra conferencia, esta vez de Rouco que decía «oye, anoche me pareció oír a uno que se te parecía en la voz, así que, aunque no estoy seguro, dime, porque ya sabes que estoy siempre a tu disposición». A eso se le puede llamar talante, savoir faire, fair play , buena educación para la ciudadanía y, en fin, estar en su sitio, como solía decir mi abuela Catalina. Si non è vero, è ben trovato. Rouco dixit.

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