Diario de León

León da lecciones en Chipre

Adavas participa en un programa europeo Daphne con organizaciones chipriotas y de Portugal para implantar un sistema de atención a las víctimas de violencia de género, agresiones sexuales y trata.

Lucía Lorenzana, trabajadora social de Adavas, con los folletos del programa Daphne en el que participa la asociación leonesa.

Lucía Lorenzana, trabajadora social de Adavas, con los folletos del programa Daphne en el que participa la asociación leonesa.

León

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LEÓN

Los 25 años de experiencia con víctimas de violencia sexual y de género de Adavas-León han llegado a Chipre a través de un programa europeo Daphne. La asociación leonesa ha participado junto a otra organización lusa y varias chipriotas en la formación de personal para implantar un sistema de detección y atención a las víctimas en esta isla mediterránea.

Más de 300 personas se han beneficiado de la formación en los diferentes cursos impartidos a lo largo del proyecto Wake (Waking Along with Key Experts), que conluye este mes. El punto fuerte de Adavas ha sido la formación en psicología para que conozcan las características comunes que presentan las víctimas de violencia sexual y de género.

En la asociación leonesa cada vez son más frecuentes las demandas de atención por parte de chicas jóvenes, de entre 15 y 23 años, que acuden por problemas de malos tratos en la pareja o en una relación de noviazgo. Asimismo, es muy relevante el número de mujeres que piden ayuda entre los 25 y los 55 años, señala la psicóloga Begoña Pérez Álvarez.

En Chipre, radiografiar a las víctimas de la violencia es un reto. «Es un problema invisible», apostilla. No sólo porque se denuncia poco, sino también porque en los servicios sociales y sanitarios carecen de recursos para identificar a las víctimas.

«Querían formación para poder elaborar protocolos de atención por eso se hizo mucho hincapié en las dificultades que presentan las víctimas», explica Sagra Astoviza, coordinadora de Adavas.

La psicóloga incidió en los rasgos que suelen presentar las víctimas, desde la ocultación de la situación al impacto de la afectación que sufren para poder salir de la situación. «Están en los principios para abordar el problema de la violencia hacia a las mujeres que, hoy por hoy, está muy invisibilizada en este país», matiza.

Con el diseño de protocolos pretenden implicar más a los profesionales de todos, desde la sanidad hasta la policía. «Hay veces que detectan violencia pero carecen de mecanismos para intervenir y tratarla», añade. Las profesionales de Adavas han encontrado un gran paralelismo entre la experiencia que se vive ahora en Chipre y la que se encontraron en León cuando empezaron a trabajar con víctimas de agresiones sexuales, primero, y de violencia de género después hace ya un cuarto de siglo.

En el caso de Chipre se da el factor particular de que existen mujeres de diversas procedencias y sustratos culturales que «hacen más difícil la intervención», particularmente en el caso de las asiáticas, otro rasgo que comparten con su labor en León.

Una vez que la víctima es identificada, se trata de que el personal que la va a atender disponga de herramientas para la entrevista a la hora de trabajar la credibilidad de los testimonios. Este factor es muy importante en el caso de las víctimas menores de edad. «Hay que elaborar una estrategia de intervención», explican.

Otra laguna que han observado en Chipre es que aún carecen de una red de apoyos y comunicación entre los servicios que reciben a las víctimas, por lo que uno de los objetivos del programa ha sido elaborar «mecanismos de sensibilización de los profesionales» para que valoren la importancia de la comunicación. «Hace años aquí también se pasaban por alto las víctimas en los diferentes servicios sanitarios y sociales», explica la psicóloga leonesa.

El programa fue impulsado por la Spavo (Asociation for the prevention and handling of the violence in the family ) en colaboración con la Cruz Roja de Chipre y Enoros Consulting también del país, con el partenariado de Apav (Associação Portuguesa de Apoio à Vítima), especializada en el tráfico de personas con fines de explotación sexual, y de Adavas León en España.

En el proyecto Working Along With Key Experts (Wake) Adavas también explicó los objetivos terapéuticos de los programas que se llevan a cabo en León. En primer lugar, buscan que las víctimas consigan «construir o mejorar la identidad personal cómo mujeres, de tal forma que sean capaces de diferenciarse de sus parejas u otras personas», apunta.

De esta manera, las mujeres pueden «superar los sentimientos de culpabilidad, la dependencia emocional que presentan la mayoría, mejorar la autoestima, y ser capaces de poner los límites necesarios en la relación de pareja», explica la psicóloga.

Otra de las pautas que se trabaja en la atención que ofrece Adavas es que las mujeres, y las víctimas en general, «identifiquen claramente las conductas de maltrato y las estrategias manipuladoras en la relación, y que conozcan mejor de qué manera se utilizan para conseguir el dominio en la relación, y cuáles son las consecuencias para ellas», añade.

Otro campo de trabajo con las víctimas es desmitificar el amor romántico, clarificar sus valores personales ante las relaciones de amor y dar a conocer las distintas actitudes ante el amor. En este sentido, se potencia el «desarrollo de habilidades y competencias personales que permitan mantener relaciones de pareja igualitarias y enriquecedoras». Asimismo, se trabaja con cada víctima de forma individual su particularidad. El modelo terapéutico que Adavas utiliza con las víctimas de violencia de género es la terapia de aceptación y compromiso (ACT).

En cuanto a las víctimas de agresiones sexuales, Pérez Álvarez explicó que la violencia sexual comprende «cualquier acto de naturaleza sexual realizado sin consentimiento de la mujer, con independencia de que el agresor guarde o no relación conyugal, de pareja, afectiva o de parentesco de la misma».

También matizó que para que se dé la violencia sexual no siempre es necesario el contacto físico, como es el caso del exhibicionismo, el acoso sexual, las proposiciones sexuales, los gestos y las palabras obscenas, insultos sexistas y voyeurismo.

La violencia sexual con contacto corporal incluye desde los tocamientos y masturbación a obligar a adoptar posturas que la mujer considera degradantes y la violación con penetración.

También se incluye en el ámbito de la violencia sexual la vulneración de los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres, que van desde la trata de personas con fines de explotación sexual a la mutilación genital y todos los actos que impidan el libre disfrute de la vida sexual.

La experta señala que al abordar los efectos psicológicos no se tiene en cuenta el tipo de delito «pues toda actividad sexual no acordada, no consentida, a la que se llega por coacción, laamenaza de usar la fuerza o el uso efectivo de la misma puede tener idéntico impacto psicológico sobre la víctima», explica.

«Lo importante es cómo la víctima interpreta la propia experiencia del delito», añade. En este sentido, señala que el impacto de la agresión varía en función de variables como haberse visualizado en una situación así y preparado mentamente para defenderse hasta la edad, la formación afectiva y sexual, y las circunstancias específicas de la agresión, como hora tardía, aceptación de la compañía del agresor o consumo de alcohol.

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