Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS

Un sueldo... Por lo menos

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M e encanta la sensatez de Rubalcaba. Esgrime unas recetas estupendas que lástima no las llevara a buen puerto durante su etapa de gobierno. Eso le desacredita un poco como candidato. Pero no tanto como el contraempirismo que encuentran sus hirsutos postulados entre ciertos correligionarios. Lo de «un político un sueldo», en manos de algunos cargos socialistas me transporta a la ingenuidad de la niñez. Me viene a la memoria aquella campaña publicitaria sobre el plátano canario, que promulgaba saludable: «Un plátano al día... Por lo menos». Hay algunos, como el ex alcalde de León, que la ha llevado al terreno salarial. «Un sueldo al mes... Por lo menos», debió pensar Francisco Fernández, medroso de que su retribución como futuro diputado se le fuera a quedar algo corta. Por eso no veía mácula política frente a las tesis rubalcabistas, en que su sueldecillo público, asegurado como dos de la lista del PSOE por León, se viera complementado por una pensioncilla de medio millón de euros por su larga y fructífera trayectoria en Caja España.

A Josepín el portugués , que hace década y media se enganchó a una prejubilación por cese del negocio minero en el que se ocupaba, se le ocurrió comprar un rebaño de ovejas para «completar» también con algo de la PAC por allí y algo de lana por allá. Lo pillaron y le metieron un palo del que todavía no se ha repuesto. En los tiempos que corren, la situación que se le pintaba al ex alcalde de León, a Josepín el portugués , como a no sé cuántos miles de parados, le debía parecer de lo más ecuánime. Y es que hay discursos maravillosos que no se compadecen con quienes deben sembrar ejemplo. Eso le pasa a Rubalcaba con Paco Fernández y algo más allá con Pepiño Blanco. Éste se caga en la canibalización de la enseñanza pública en favor de la privada, pero luego se sabe que envía a sus chavales a un colegio británico madrileño de élite que sale por tres mil quinientos euros al trimestre. La renuncia de Fernández no borra sus vergonzosas intenciones y su cargomanía. Pone todavía más en evidencia a los tibios que le han compadecido, pero al menos rearma a los socialistas críticos y cabales que le han pedido desde el primer minuto que se fuese. Lástima que ninguno de ellos figure en las candidaturas. Pobre Rubalcaba.

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