Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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HACE MESES que las volteretas de la actualidad han echado el ojo a la sitiada y casi rendida plaza de la Inmaculada, una de esas joyas del León más costumbrista amenazada por el terrorismo del bienestar y la brutal especulación urbanística que pretende convertir la ciudad en un supuesto patio de modernidad, más plano y aburrido que una reunión para vender cacharros de Tupperwere. Tal como aseguran los vecinos y comerciantes de la zona, denuncia notarial en mano, el virus del ladrillo corrupto trata de sumar un nuevo agravio a la letanía de catástrofes que ha convertido muchas de las zonas nobles de la capital, trazadas antaño con un suave y elegante cauce de adagio, en una suerte de decorados hechos en cartón-piedra del más puro baratillo. Con la excusa de sacar brillo a León, el poder exterminador de nuestros munícipes dejó la Plaza Mayor hecha unos zorros, transformando para siempre lo que era un icono estético pleno de majestad y coherencia, aureolado por las marchitas violetas de su vetusta alcurnia. Otro tanto ocurrió en la plaza de San Marcos, equipada con jardines y glorietas donde la coreografía social tenía su natural asiento. Aquellos trazos escritos en el buzón del tiempo, un auténtico festival para la vista, fueron sustituidos en mala hora por una explanada despoblada y cutre, que según la versión de los responsables de semejante desaguisado rinde culto al imperio de las apariencias. Y ahora, no se sabe por qué razones marbelleras, el vendaval destructor trata de dar el finiquito a la plaza Circular, un circo descomunal que romperá más vínculos culturales y emocionales en el eterno León. Qué pena.

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