Diario de León
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LA IDENTIDAD leonesa condenada a muerte te saluda. Nos lo temíamos. Sabíamos que el señor Rodríguez Zapatero no ha creído nunca en el llamado leonesismo. Y, aunque tampoco dudábamos que empáticamente tenía afinidad con lo leonés, lo cierto es que desde su papel de «César» en el Estado Español, con el pulgar en declive, marcando a los suyos, los del PSOE, y a los del PP en la oposición autonómica, que redondearan el Estatuto condenando a los leoneses a la nada, ha puesto en evidencia su descrédito hacia la personalidad leonesa. En su última entrevista con el señor Herrera, prometió dar por bueno todo cuanto el señor Villalba, de negada simpatía con lo leonés, había acordado en el seno centralista autonómico: reducir el Reino de León, la Región Leonesa, a unas líneas preambulares estatutarias, y a los leoneses al amasijo castellanoleonés. ¿Cabe mayor ignominia para un pueblo histórico, sufrido y callado como el leonés? Más, eso no es todo, ni lo más relevante, aun siendo vital; con tal actitud, o permisividad, sin duda estaba dando un cerrojazo a un ciclo histórico: El autonómico. Señalaremos una parte de los sucesos que componen éste pasaje nefasto para León. Finalizada la dictadura franquista, mediados los setenta del 1900, se iniciaba la transición hacia la democracia en España. Y, paralelamente a ella, los políticos del momento empezaban a consensuar, en todas las regiones, el sistema autonómico que actualmente unos disfrutan y otros nos vemos obligados a soportar. Preautonómicamente, la región leonesa, marcada por el intento anexionista castellano de siempre, estaba abocada a sufrir todo tipo de trabas para su libre decisión autonómica. Hasta el extremo final de impedírselo. Y aquí hemos de referirnos, sin más dilación, a los políticos que entonces fueron y los que ahora son, causantes y permisores de nuestra sentenciada situación regional. Destacaremos a algunos. Es obligado citar al señor Martín Villa, al inicio del ciclo, como artífice, tras un viraje que a todos sorprendió, de la adscripción de León, por «sus» razones, al ente llamado Castillaleón. Es el hacedor, el que puso la primera piedra y logró cimentar con falsedades éste ente con el castellano socialista: señor Peces Barba. El fallecimiento del socialista Baldomero Lozano, que sabía escuchar al pueblo leonés, dejó abierta una puerta por la que se colarían otros de su ideología, pero no de su comprensión. La sensibilidad identitaria, el ¡soy leonés!, interiorizado con arraigada actitud calmosa en los confiados leoneses, como si fuera algo invulnerable, pronto pudimos comprobar que, lejos de ser respetado, iba a sufrir todo tipo de agresiones tendentes a su indefinición, borrado y anulación, desde el ente autónomo en ciernes. Más, un sentimiento vivo, de siempre: el leonesismo, emanando del pueblo, ante la incertidumbre que nos afligía, actuaría como revulsivo social en algunos momentos, llegando incluso a ser el nexo de unión entre aquellos que compondrían algunas formaciones políticas llamadas leonesistas, de sobra conocidas. En río revuelto siempre ha habido «pescadores» oportunistas. Y así, en el ámbito leonesista, debemos nombrar a otro político: el señor Morano Masa. Un joven llegado a la política, un personalista, al que hemos de reconocer oratoria y operatividad para conducir a muy buena parte de los leonesistas. Eso si, engañosamente, causando grave daño y desolación. Bueno, no sólo él, sino también muchos de los que le secundaron. El PSOE y el PP autonómicos, que para esto siempre han «hecho manitas», no han cejado en el ignominioso empeño de buscar el fin de lo leonés. Han tratado de refundir o regionalizar, en singular, los territorios castellanos y los leoneses, llegando a apoyarse en interpretaciones históricas parciales, desenfocadas alevosamente desde la fundación Villalar, auxiliados por algunos personajes que a tal cosa se han prestado. Reconocer la birregionalidad, de justa ecuanimidad, asusta a los políticos castellanos, y a los comparsas de León, pues puede trastocar su maliciosa actuación, ya que significa poner una base clara para arbitrar en cualquier momento posterior, o en el mismo acto, la división de la Comunidad en dos, o si se prefiere la segregación de León, como región o como provincia. ¡El ente es tan poco, sin León! El pueblo leonés, el pasado día 28, bandera en mano, sacó a la calle su dignidad maltrecha, sin duda en un postrer intento de ser escuchado. Muchos de los que nos manifestamos, éramos llevados, gratamente, por los que son jóvenes portadores del sentimiento de leonesidad. Un nuevo relevo generacional reivindicativo que ha de preocupar en el ente, por ser la marea vital sociocultural del maltratado signo leonés. Y la presencia de Francisco Fernández, alcalde de León, esperemos sea un soplo de esperanza, y no simplemente lavar las manos socialistas en la jofaina de Pilatos. Para cerrar el ciclo histórico que hemos esbozado, un leonés: José Luis Rodríguez Zapatero, quien actualmente preside el Gobierno de España y tanto se preocupa por otras regiones, permite que nos suman en la nada y nos ahoguen en un ente empecinado en bloquear todo lo leonés. Despersonalizados, y ocupado nuestro territorio, las fuerzas autonómicas anexionistas buscan apoderarse de nuestro futuro. ¡Ave, César!

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