60 horas

ENMUDECIDOS. Así están los sindicatos europeos y españoles ante lo que a todas luces se presenta como una vuelta a la prehistoria de la industrialización. Quiero pensar que están elaborando el programa de campaña. Tras 91 años de lucha sindical para conseguir que la jornada laboral no supere las 48 horas, el banquillo azul de la Comisión Europea apoya ampliar la jornada laboral a 60 o 65 horas, según sea el colectivo afectado, y declaran, además, su intención de desoír la opinión de los trabajadores. Sesenta son exactamente el número de años que han pasado desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos que, sin apenas estrenarse, está envejeciendo. Así lo alertaba Amnistía Internacional en su último informe, para despertar conciencias. Pero Morfeo se cuela por debajo de la puerta y nos regala cantos de sirena. «Razón han tenido los que han atribuido al clima influencia directa en las acciones del hombre», escribió Mariano José de Larra. La medida anunciada por el Consejo Europeo supondrá una involución social que llega en un momento en el que las decisiones suman. El mundo está en crisis alimentaria, sube el precio del petróleo, aumentan los tipos de interés y hay un exceso de consumo de materias primas. La filosofía utópica de la tan traída y llevada conciliación laboral y familiar, la calidad de vida y las posibilidades de ocio sólo ha servido para entretener a una ciudadanía que ha bajado la guardia en sus reivindicaciones. España mantiene su negativa a apoyar esta norma por considerarla un retroceso social y según el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, la regla no se aplicará en nuestro país. Más tranquila me deja, si cabe. «El que de vos vive ausente, dulcísima Dulcinea, a mayores miserias que ésta está sujeto», escribió Cervantes.