¡Que siga el espectáculo!

UNA vez oí a un directivo de markéting que los contenidos de los programas de televisión y los anuncios publicitarios dan una idea del grado de desarrollo de un país. Si esta aseveración es cierta, España ha sufrido una involución. En las tertulias de los programas de televisión es cada vez más habitual recurrir al insulto en detrimento de la defensa argumentada de las distintas opiniones. A más insultos, más espectadores, más anunciantes y más ganancias. Medio punto de bajada de share ( la tiranía de las audiencias) supone millones de pérdidas para la cadena en cuestión. El último espectáculo lo dieron en un programa de televisión el ex portavoz del Gobierno de Aznar, Miguel Ángel Rodríguez, y la periodista ex directora de informativos de TVE, María Antonia Iglesias. Una vergonzosa escena repetida en los zaping de otras cadenas y programas de radio. El requerimiento del tertuliano afín al PP de que la periodista de izquierdas se tomase una pastilla, precedió a una serie de insultos personales que avergüenzan al más pintado. «Cabrón», «machista» e «imbécil» fueron las lindezas que se lanzaron durante la emisión de un programa en una hora de máxima audiencia. Demostraciones así promueven la intolerancia y la mala educación. Es un mal uso de la libertad de expresión que, indiscutiblemente, genera negocio y transmite un modo de convivencia y de relación que deja petrificados en sus asientos a una generación de ciudadanos, la de nuestros padres y abuelos, que no sólo no pisaron la universidad, sino que aprendieron a manejarse por la vida con las «cuatro reglas», pero con un alto grado de respeto y educación en sus formas. El espectáculo de la información o la información como espectáculo. Tarea difícil la de los padres que educan contracorriente.