Diario de León
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Opinión | Antonio García Cenador

PSICOANALISTA

«El hombre no puede permanecer eternamente niño, tiene que salir algún día a la vida, a la dura vida enemiga». (Sigmund Freud).

Freud utiliza el término pubertad para referirse al momento subjetivo de recomienzo de la vida sexual, tras el período de latencia que sucede a la sexualidad infantil. Es un recomenzar caracterizado por la maduración de los órganos genitales, verdadera crisis biológica que enfrenta al sujeto con el goce sexual, el amor y la muerte.

Se trata de un momento en el que se necesitan nuevas identificaciones que permitan al adolescente orientar la búsqueda de una respuesta a interrogantes esenciales: ¿Quién soy?, ¿Cómo ser un hombre? ¿Cómo ser una mujer? ¿Cómo relacionarme? ¿Qué quieren de mí?

He dicho orientar una respuesta porque no es fácil encontrarla. Por eso hay que hablar de un proceso identificatorio que le permita separarse de los objetos familiares y encontrar otros nuevos. Hasta ahora le servía saberse «hijo de». De ahora en adelante ha de hacerse un lugar en lo social.

¿Qué marco social ofertamos al adolescente?

Si bien cada familia tamiza y particulariza la influencia del marco social, vivimos en una sociedad que se caracteriza por el individualismo, la caída de los ideales, la anorexia intelectual, la condición de consumidores-usuarios.

A esto hay que añadir el determinismo genético. Cada día nos hablan del descubrimiento de un nuevo gen, que sería el responsable de una determinada patología.

Pero, si el hombre está absolutamente determinado ¿Cómo podría ser responsable?

El consumismo no es comprar más de lo que se necesita. Lo grave es que se presenta como la solución a todos los problemas, a todas las dificultades.

Nos vemos empujados, alentados a la satisfacción inmediata, a sustituir la responsabilidad del propio deseo por la reivindicación pedigüeña-¦en nombre de nuestro derecho de usuarios-consumidores.

Como escribió un querido colega (J. Antonio Naranjo) «Estamos en la época del despotismo irresponsable. Bajo el amparo del nuevo fetiche (la ciencia) se legisla de modo absolutista. Todo para el sujeto pero sin el sujeto».

Sin el sujeto. El mensaje que se difunde a modo de slogans, sin argumentación, sin análisis crítico (por eso hablé de anorexia intelectual), es éste: Usted no es responsable del sufrimiento innecesario que perturba o arruina su vida, son sus genes. Usted, adolescente violento, no es responsable de sus actos, se trata de una disfunción de sus neurotransmisores-¦

O, como sucedió con la violación de una menor perpetrada por un grupo de menores, se repite a coro la estupidez de «Todos somos responsables». Versión moderna del ¡Fuenteovejuna! donde nadie es responsable.

De ahí, el infantilismo generalizado.

Respuestas: Las respuestas no pueden venir de la añoranza. Aquello que «sirvió» fue válido para otras circunstancias.

Por ejemplo: «los adolescentes obedecen menos». Obedecer, consentir a las propuestas del otro, exige la creencia previa en ese otro. Pero, si antaño la autoridad venía con el cargo, ahora está en función de los hechos y prácticas del adulto, no de su discurso. Es decir, la autoridad, el respeto, hay que ganárselo.

Por otra parte, se trata de interesarse por el mundo actual de los adolescentes, por la forma en que ellos lo perciben: interesarse es escucharles sin descalificarles: «Tú, ¿qué sabrás?». «No tienes edad para pensar. «Aún no se te han caído los dientes de leche». ¿Por qué no reconocer que son capaces de opinar? ¿Por qué no escuchar sus críticas?... Si les hacemos ver que estamos dispuestos a escuchar y a discutir razonablemente sus opiniones y propuestas, se acercarán a plantear sus dudas -”porque las tienen-” o a pedir apoyo para sus proyectos.

Por el contrario, interesarse no es identificarse, no es «hacernos los adolecentes». No se trata de que los padres tengan amiguitas de la edad de sus hijas o que las madres traten de gustar a los amigos de sus hijos. Tampoco, se trata de «ser amigos de los hijos», que tienen que buscarles fuera, nuevos objetos externos al universo familiar. Lo que necesitan es que sus padres se dediquen a su vida profesional y de pareja.

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