Diario de León

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Al Museo Bíblico le llega el desahucio

La reforma del Museo de San Isidoro obligará a evacuar la colección mesopotámica cerrada al público hace dos años.

Detalle del sarcófago egipcio que forma parte de los fondos del Museo Bíblico y Oriental. ARCHIVO

Detalle del sarcófago egipcio que forma parte de los fondos del Museo Bíblico y Oriental. ARCHIVO

León

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El Museo Bíblico y Oriental tiene que desalojar. Cerró sus puertas sin avisar la víspera de Nochevieja de hace dos años pero sigue ocupando un ala de la colegiata de San Isidoro. Las piezas, auténticos tesoros mesopotámicos, además de un sarcófago egipcio, papiros y algunos de los primeros textos escritos de la Humanidad, no se han movido de sus vitrinas.

La reforma y ampliación del espacio expositivo de San Isidoro —financiada por el Cabildo y la Fundación Montemadrid—, que previsiblemente comenzará a finales de febrero, obligará al Museo Bíblico a dejar libre este enclave. El abad de la colegiata, Francisco Rodríguez Llamazares, cree que el desahucio no será tan apresurado, porque los trabajos «no empezarán en esa zona». Asegura que existen negociaciones con la Fundación del Instituto Bíblico para que desocupe las salas.

El sacerdote Jesús García Recio mantuvo en ‘cajas’ durante décadas tesoros de civilizaciones milenarias hasta que encontró como benefactores al fallecido empresario David Álvarez (Eulen) y Caja España para abrir un museo con este importante legado. En 2009 la reina Sofía inauguraba el Museo Bíblico, que sólo ha durado siete años. García Recio, que planea instalarse en la iglesia de Santa María de Cistierna, donde ni siquiera se han licitado las obras para convertirlo en museo, asegura que el desalojo de San Isidoro «se hará de manera ordenada». No desvela si algunas de las piezas podrían quedarse definitivamente en León y si hay un plan para alojar las colecciones Van Dijk y Antonovich hasta que se habilite la futura sede.

Tampoco dio explicaciones hace dos años de las razones del cierre de un museo que podría haberse autofinanciado con el precio de las entradas. «Acogimos encantadísimos esa valiosa colección. La decisión de irse es una iniciativa de Jesús García Recio, que es su propietario y, ante eso, nada podemos hacer», dejó claro entonces el abad de San Isidoro.

La puesta en marcha del Museo Bíblico supuso una inversión de 1,3 millones de euros para acondicionar las estancias alquiladas al Cabildo. El declive de la entidad financiera y la muerte del presidente de Eulen dejaron sin recursos a un museo que García Recio quiso enfocar más hacia los investigadores que a los visitantes.

El director del Instituto Bíblico y cura de Aleje es el albacea de la colección del estudioso holandés Jacobo Van Dijk, integrada por cientos de objetos de las civilizaciones mesopotámicas —datadas algunas hace 7.000 años—. Las obras atesoradas por el coleccionista holandés, que fue profesor de García Recio, recalaron en la Universidad de León en el otoño de 1997, rodeada de gran expectación y con el incondicional apoyo de las autoridades académicas y de la Consejería de Cultura de la Junta. Dos años después se produjo el «divorcio », al no encontrarse una fórmula que conciliara el depósito de las piezas y una cátedra de estudios orientales. Recio guardó durante una década este tesoro a la espera de tiempos mejores.

Además del legado Van Dijk, el Museo Bíblico exhibía decenas de piezas del anticuario parisino de origen egipcio Francisco Antonovich, que acabó recibiendo el cargo de conservador del museo, al que donó buena parte de las obras que formaron parte de la exposición El itinerario religioso de Alejandro Magno. Este mecenas y principal ‘proveedor’ de piezas del Museo Bíblico y Oriental de León, vendió en 2014 una gran parte de su colección. La casa Christie’s las subastó bajo el título Le cabinet de curiosités. Se trataba de un lote de 160 obras, que incluía varias joyas españolas, como una copa de coco con piedras semipreciosas y una cruz procesional del XVII posiblemente de origen leonés.

El Museo Bíblico no llegó nunca a albergar las prometidas exposiciones sobre Cleopatra, reina de Egipto, y Rodolfo II, emperador de Austria, porque Antonovich supuestamente tenía dificultades para conseguir los permisos para traer las obras a España.

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