Diario de León

RELATO DE UN VIAJE AL TREN DEL OLVIDO

La demora eterna del Alvia de León a Ponferrada

La espera en la estación iguala el tiempo de trayecto por la provincia del tren de Barcelona  

El pasaje espera en León y el Alvia, a las 20.15 en Ponferrada. DL

El pasaje espera en León y el Alvia, a las 20.15 en Ponferrada. DL

León

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La desazón del viajero novel contrasta con la parsimonia del recurrente; el anuncio de que el tren procedente de Sants con destino a La Coruña acumula una demora de una hora abre el vestíbulo de la estación de León en dos; en dos tribus, dos especies, dos pelotones; los estoicos, que ya saben cómo se arma la paciencia para subirse al tren más eficiente de los que comunican León y Ponferrada ; y los perturbados, que llegaron a la puerta de la estación apurados por la creencia ciega de cumplir con la cita en la ciudad berciana a las siete y cuarto de la tarde.

Las dos orillas del pasaje termina por conciliarse en los andenes de la estación pasante de León, tan futurista que dispone se hueco suficiente para albergar apocalípticos e integrados; los impasibles que saben ajustar la espera al retraso del Alvia y los impacientes, con la sangre a punto de hervir, con la unidad regional que va a Valladolid y pide paso a la alta velocidad desde la vía 9.

Una hora y media de espera en los andenes del bajo de la estación leonesa dan para componer una pieza artística y memorizar los rasgos faciales que envejecen a la par que se repite en las pantallas el hilo de las estaciones que tienen el honor de recibir al último convoy de la modernidad que se atreve de León al oeste; que se atreve con el noroeste, por ende, hundido con aquella decisión de que la miel de alta velocidad no estaba para la boca del Teleno y quedaba relegada al costado sur de los Montes de León.

Se entiende bien en la secuencia memorizada de las paradas, que a los cinco minutos ya suenan a canción triste en este Hill Street de una tarde de otoño en la planta menos uno de la estación del ferrocarril de León. Astorga, Bembibre, Ponferrada (destino del viajero del día), O Barco, A Rúa, Monforte, Orense, Santiago... 

Estación pasante de León. DL

Estación pasante de León. DL

A media tarde, ya es noche cerrada en esa bodega de la estación que ordena en las paredes de marfil la secuencia artística de la ciudad que no acaba de quedar atrás; Otro recurso para pasar el tiempo; San Marcos, catedral, San Isidoro, una fachada de celdillas que parece el auditorio, el abanico del Museo contemporáneo de Eras... Nadie imaginó que el Alvia diera para tanto en León, quince años después del debut. 

Mal día para que en las teles de plasma de Adif se haga apología del cambio horario del sábado noche, que a las siete menos veinticinco de la tarde lleva a hacer creer al viajero que en esta semana de octubre va a perder dos horas en su vida. Quedan piezas por bailar.

El Alvia, que tenía que haber entrado a las 17.35, llega a las 18.50, desmelenado, como quien aclara que los minutos que lleva a la chepa tienen que ver más con el camino que con la salud del caminante.

El siguiente capítulo es de guión recurrente; el tren más competente que queda en pie de León al oeste, en aquella conexión legendaria que tanta vida dio al territorio, cumple de sobra lo previsto; en hora y veinte minutos se coloca en la estación de Ponferrada , donde es más noche aún; justo una hora y veinte después del horario previsto. Y queda un mundo hasta el Atlántico. 

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