Diario de León

LA BÚSQUEDA GENÉTICA CONTINÚA

Dos agujas en el pajar de la fosa de los paseados de Villadangos

Urbano González Soto y Marcelino Quintano, concejales de Valencia de Don Juan en 1936, asesinados junto a otros vecinos en Villadangos el 20 de septiembre de aquel año, son las primeras personas identificadas de la fosa exhumada parcialmente en febrero de 2022. La búsqueda genética continúa con las muestras recogidas por la ARMH entre una docena de familiares. Esta segunda fase está abierta a cuantas personas puedan tener familiares entre las 78 personas enterrados por el cura y vecinos de la villa tras ser fusilados por paramilitares fascistas.

Carmen Trancón González y Carmen Méndez Trancón, sobrina y sobrina nieta de Urbano González Soto, con la placa que desde 2002 recuerda a los ‘seis de Coyanza’. FERNANDO OTERO

Carmen Trancón González y Carmen Méndez Trancón, sobrina y sobrina nieta de Urbano González Soto, con la placa que desde 2002 recuerda a los ‘seis de Coyanza’. FERNANDO OTERO

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Era como buscar una aguja en un pajar y aparecieron dos rostros. Dos nombres y dos hombres. Dos de los 78 fusilados y enterrados en la fosa de Villadangos. Y dos de los seis paseados de Coyanza en septiembre de 1936. Dos meses después del golpe a la IIª República.

«Es emocionante que hayan dado con mi tío. ¿Cómo íbamos a pensar que lo iban a encontrar? La pena es que mi tía Melchora no lo haya visto», asegura Carmen Trancón González, sobrina de Urbano González Soto. Hace exactamente un año, el 16 de agosto de 2022, la  Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) tomaba las muestras de ADN a una de las familiares más directa de este hombre. Chora fallecía el 20 de enero de este año sin saberlo.

Melchora, al igual que Nines, Marcelino, sobrino del otro coyantino identificado, Marcelino Quintano Fernández, tampoco pudo llegar a saber que su tío sería uno de los que al fin tendrían rostro en la fosa de Villadangos. Nines murió también este año, poco después que Chora.

Marcelino Quintano (derecha) con Víctor Pérez Barrientos, otro de los paseados de Coyanza. DL

Marcelino Quintano (derecha) con Víctor Pérez Barrientos, otro de los paseados de Coyanza. DL

Marcelino Quintano Fernández y Urbano González Soto son dos de las 12 personas cuyos restos fueron exhumados en la fosa de Villadangos , bajo los panteones del cementerio, ampliado en los años 80-90 del siglo XX, entre el 26 y el 28 de febrero de 2022. «Era como buscar una aguja en el pajar y los han encontrado», dice emocionada Carmen Trancón y también su hija, Carmen Méndez, una de las personas que promovió el homenaje a los fusilados de Coyanza en 2002.

Urbano González Soto, el segundo de los paseados de Villadangos que ha sido identificado. LVS

Urbano González Soto, el segundo de los paseados de Villadangos que ha sido identificado. LVS

Sus nombres se recuerdan desde entonces en la placa del cementerio de Valencia de Don Juan en homenaje a los seis coyantinos asesinados en septiembre de 1936, en Villadangos del Páramo, tras ser detenidos días antes en la ciudad del Esla y trasladados al campo de concentración de San Marcos. 

Veinte años después de que la ciudad coyantina erigiera el memorial, ante la imposibilidad de dar con la fosa porque en Villadangos reinaba el silencio, la ARMH les ha puesto ‘rostro’. El estudio forense realizado por la antropóloga Laura González-Garrido, en el laboratorio de Antropología Física de la Facultad de Biología de la ULE, fue determinante para determinar que entre los restos humanos exhumados podrían estar los paseados de la saca de Coyanza.

«Al principio fue una corazonada. Los estudios biológicos y cómo estaban enterrados entrelazados me llevó a esa saca», explica la forense. «Algunas descripciones de la ropa y el calzado me ayudaron con la decisión». Unas suelas de zapato rojas aportaron una de las pistas: «Había tres sacas con suelas rojas, pero también había unas blancas. Indagando sobre la procedencia pensé que podría ser un tipo de zapatillas que se nombraba en la saca de Valencia de Don Juan. Uní todo y aunque sabía que podía estar equivocada seguí mi corazonada», añade.

Los estudios genéticos realizados por el laboratorio de la Universidad del País Vasco han revelado al 99% que dos de los 12 restos humanos extraídos en la exhumación parcial de la fosa de Villadangos son de estos dos hombres desaparecidos a causa de la represión franquista durante y después de la Guerra Civil. 

Marcelino Quintano Fernández resultó ser el «hombre desconocido de unos 30 años» que figura en las actas de los enterramientos de fusilados en el cementerio de Villadangos del Páramo entre el 31 de agosto y el 18 de noviembre de 1936. 

Marcelino Quintano Fernández con su madre Antonia y su padre Salomón. DL

Marcelino Quintano Fernández con su madre Antonia y su padre Salomón. DL

La cuidada descripción que hizo el responsable del Registro Civil, recopilada por primera vez por Miguel García Bañales, dice: «Hombre regular grueso. Vestía chaqueta de corte oscura, camisa de tela clara a rayas, camiseta de verano, pantalón azul rayado, calzoncillo de lienzo, botas de piso de goma negras, y calcetín de color lino liso».

Marcelino Quintano es el cuerpo número 2 de los que afloraron en la exhumación. El perfil biológico trazado por la forense no deja lugar a dudas de de la muerte homicida. Presenta un traumatismo craneoencefálico severo con estallido craneal.  Pese a su edad, 30 años, presenta signos de osteoartritis y nódulos de Schmörl (hernias discales). Junto a sus restos se encontró un mechero de pescozón.

En 1936, Marcelino trabajaba en el surtido bazar y almacén Casa Alcón de Valencia de Don Juan y era concejal socialista. Según la información recopilada por la ARMH, «el 17 de septiembre de 1936, cuando se disponía a celebrar con su familia el cumpleaños de su sobrino Salomón, (quien así lo contaba hace unos años) se presentaron armados varios falangistas en busca de Marcelino. Cuando le obligaron a subir a un camión para llevarle preso su madre Antonia trató de impedirlo aferrándose a los laterales de la caja e implorándoles que no se llevaran a su hijo. Los falangistas apartaron las manos de la mujer, golpeándolas con la culata de sus fusiles». 

Urbano González Soto fue el cuerpo señalado en la fosa como el número 4. Su muerte también fue violenta. Según el estudio forense, sufrió un «traumatismo craneoencefálico de alta energía» y presenta un «orificio de entrada de proyectil de arma de  fuego (9 mm.)». Junto a sus restos óseos, que también presentan signos de artrosis, apareció la hebilla de un cinturón. 

Situación en la fosa de los primeros cuerpos hallados en la exhumación en febrero de 2022. ARMH-Laura González-Garrido

Situación en la fosa de los primeros cuerpos hallados en la exhumación en febrero de 2022. ARMH-Laura González-Garrido

Urbano, de 30 años y también concejal socialista, estaba a punto de casarse con Carmina cuando fue detenido el 19 de septiembre de 1936 en Valencia de Don Juan junto a otros vecinos de la ciudad, varios de ellos concejales socialistas al igual que este hombre de 30 años que había trabajado un tiempo en Francia y a su regreso abrió una albardería en Valencia de Don Juan. Fabricaba los aparejos para los animales de carga en un tiempo en que eran aún el principal medio de transporte. «Su novia Carmina le guardó luto y no se casó nunca. Decía que como Urbano no había ninguno. Fue madrina de mi hermano Jesús Urbano, a quien quiso ponerle el nombre en su honor», afirma Carmen Trancón.

En septiembre de 1936 Urbano y Marcelino fueron arrestados y trasladados al campo de concentración de San Marcos de León con otros cuatro vecinos de Valencia de don Juan, los también concejales socialistas Víctor Pérez Barrientos y Jesús Luengo Martínez y los sindicalistas de la UGT Moisés Rodríguez Martínez y Fridiberto Pérez Manovel.

El 20 de septiembre del 36 los seis de Valencia de Don Juan y otro hombre más, posiblemente Eduardo Prieto, natural de Celadilla, fueron asesinados sin juicio ni sentencia y desaparecidos en Villadangos del Páramo. Todos siguen presentes en la memoria de sus familias, apunta la ARMH en un comunicado. 

Extracción de restos de la fosa de Villadangos durante la exhumación. ARMH

Extracción de restos de la fosa de Villadangos durante la exhumación. ARMH

Las identificaciones aún no se han cerrado. «Los restos están analizados al milímetro. Se han hecho hasta cinco extracciones (de los molares y otras piezas extraídas cuidadosamente por la forense), para completar la secuencia genética», apunta Marco González, vicepresidente de la ARMH y responsable del estudio de la fosa.

Para el primer estudio genético se cotejó el material donado por 10 familiares de la saca de Valencia de Don Juan. Al ser identificados dos, se ha decidido ampliar la toma de muestras a otras familias de formar aleatoria y son una docena las que han prestado su material genético para el estudio en el laboratorio de la Universidad del País Vasco. Recientemente, ha aparecido una nueva familia de otra víctima de la fosa de Villadangos y la ARMH está abierta a valorar el  estudio genético de quien lo solicite. «Es un proceso abierto», subraya González.

En febrero del pasado año la ARMH pudo exhumar solo una parte de la fosa y extraer restos de doce cuerpos. En principio, se creyó que eran 10-11, pero el estudio forense determinó que había uno más. El hecho de que la fosa común se encuentra sobre lo que fue una antigua laguna hizo que los resto se encontraran muy deteriorados. Además, al estar bajo los panteones de la ampliación del cementerio,  la fosa no se ha exhumado al completo y no se descarta la existencia de más restos óseos de víctimas recuperables bajo los panteones.

En Villadangos fueron asesinadas al menos 78 personas de diferentes puntos de la sprovincia. En su mayoría fueron enterradas en el cementerio de esta localidad tras ser rescatados sus cadáveres por el cura, el médico y otros vecinos de la localidad de los diferentes puntos donde fueron abatidos. La saca de Valencia de Don Juan fue ejecutada en el lugar llamado Pozo Mulgar, que hoy forma parte de los terrenos del polígono industrial de Villadangos. 

Durante años el silencio sobre las víctimas fue férreo, hasta el punto de que la nieta de uno de loss desaparecidos, el maestro de Villaornate Tomás Toral, fue expulsada de un bar al grito de ¡aquí no se ha habla de eso! cuando hacía el Camino de Santiago en 2005. Otros familiares como Chora y Nines han fallecido sin saber siquiera que la fosa, después de muchas trabas, fue abierta en 2022. Es el caso de Rufino Juárez, hijo de uno de los desaparecidos de Vegas del Condado, que murió en agosto de 2021 cuando un concejo votaba ilegalmente contra la exhumación . O de la hija del alcalde de Mansilla de las Mulas, fusilado en Puente Castro, cuyo hermano Epifanio González fue paseado en Villadangos. Esta mujer, que contó la historia a su prima Pilar, murió el pasado sábado. «El tiempo pasa y cada vez será más difícil», asegura la ARMH.

Vuelta a casa de dos de ‘los 6 de coyanza’

Emoción es la palabra que atraviesa a muchas personas de Valencia de Don Juan que han estado involucradas en la búsqueda y en la reconstrucción de la memoria de los ‘seis de Coyanza’. Aunque solo se haya identificado a dos se conidera un logro después de tanto tiempo y tantos obstáculos.

«Es una pena que personas como Chora o Nines, que eran sobrinos de los dos identificados, pero al menos sabían que los estaban buscando», apunta el historiador coyantino Javier Revilla, al recordar que Marcelino Quintano, sobrino de la victima del mismo nombre, fue teniente de alcalde de Valencia de Don Juan..

«Mataron a inocentes»

Melchora González Soto, Chora, tenía 11 años cuando sacaron de casa a su hermano Urbano en septiembre de 1936. Desde entonces no dejó de recordarle ni un solo día de su vida. «Todos los días le recordaba», apunta una de sus hijas, Carmen Trancón González, emocionada tras visitar el cementerio de Valencia de Don Juan donde desde 2002 una placa recuerda a su tío y a los otros cinco coyantinos que fueron asesinados en Villadangos, aunque pudo haber una séptima víctima: el maestro natural de Villacorta que llevaba dos años en Valencia de Don Juan.

«Mataron a inocentes, no sé si por envidias o por qué», asegura Carmen, agradecida a todas las personas que han colaborado en la búsqueda e identificación de las víctimas de Villadangos. Cuando la ARMH le entregue los restos quiere enterrarlos junto a Melchora, que desde el pasado 20 de enero está enterrada en el cementerio de Valencia de Don Juan. Será como cerrar el círculo de una historia familiar que ha pesado sobre todos. «Yo no lo conocí, pero es nuestra sangre», afirma.

 

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